El sacerdote fundador de la Casa del Migrante de Saltillo, Pedro Pantoja, celebró que en los últimos tres meses de 2019 gestionó 3 mil solicitudes de refugio, pero la mala noticia es que los migrantes beneficiados están en manos de la delincuencia.
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Esta situación se dio pese a la presencia de la Guardia Nacional y demás fuerzas de seguridad; por lo que advirtió que, de no haber un viraje en la política migratoria del gobierno federal, este año continuará la inseguridad y el secuestro de extranjeros.
En la cena de fin de año que organizó, un hombre que no quiso decir su nombre por seguridad y acompañado de su hijo de cinco años, narró su pesadilla:
“Ahí en Laredo me tuvieron secuestrado, como cinco días, fue un cártel. Pues sí, pidieron algo… rescate a familiar de Estados Unidos. A los dos nos secuestraron. Nos dejaron libres y aquí estamos. Estuvimos al borde de la muerte y lo superamos gracias dios; ahí quedaba todavía más gente y el que no paga lo matan”.
Mientras comía pollo catracho, guisado y servido por mujeres hondureñas, pidió al gobierno que “no nos repriman, no nos persigan, porque nos entregan como regalo al crimen organizado”.
En esta reunión los migrantes se dieron tiempo para la reflexión. De inicio se hizo una gran fogata al centro del patio en estás instalaciones de 20 años. Cada uno de los alrededor de cien, entre hombres, mujeres y niños, aventó un leño al fuego y, con micrófono en mano, manifestó su deseo para 2020.
De color y ojos felices, Kevin de Honduras pidió “la posibilidad de trabajo y salir adelante, de echarle ganas. Solicité refugio en México, pero me lo han negado”. Fue deportado, pero regreso. Es un “terco social”, como los llama el cura Pantoja.
Del mismo país, Jaime Yáñez deseó “que todos podamos lograr las metas que tenemos, como tener un buen trabajo, salud… ir a trabajar a Estados Unidos; la verdad ando por aquí porque quiero sacar adelante a mi familia”.
A las 7 de la noche en Saltillo hace mucho frío. La fogata está gigante y los migrantes están contagiados del año que inicia. Confían en seguir adelante, hacia Estados Unidos.
En la cocina, un espacio grande y limpio, estaba Ana y otras mujeres, todas de Honduras. Comentaron en qué consiste la cena de fin de año: “Un pollo catracho, acompañado de tajadas de plátano… por acá tenemos la ensalada de col, el encurtido: picante, rábano, chile jalapeño, cebolla, vamos a preparar arroz”.
Miró emocionada sus guisos, de los que salieron 150 raciones. Pero, cuando habló de su fiesta de fin de año de 2018, se quebró. “Estuve muy feliz, porque estaba con mi familia, hermanos, mis dos hijos, mi esposo, una familia grande, todos juntos...”. La cena fue un mar de historias de migrantes.
Esta casa, como otras 84 que hay en el país, ha crecido con apoyo de la iglesia católica y feligreses. La sociedad civil. El gobierno simplemente “ha estado ausente”, éste y los anteriores, destacó Pantoja.
El sacerdote subrayó que la migración “nunca” parará, pese “al muro” de la Guardia Nacional. Insistió, como para que el gobierno lo escuche, en que con la política de contención de migrantes “el peligro es muy grande, están en manos del crimen organizado”.