El 1 de septiembre de 1968 el movimiento estudiantil se enfrentó a la advertencia. La amenaza. En su IV Informe de gobierno, el presidente Gustavo Díaz Ordaz manifestó: “Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados, pero todo tiene un límite, no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico”. Habían transcurrido 38 días de movilizaciones callejeras.
Hace 50 años, la violencia caminaba, galopaba... Eran las 4 de la mañana del 29 de agosto, en las inmediaciones de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco, 60 sujetos encapuchados disparan con ametralladoras sobre el edificio de la Vocacional 7 del IPN. Lo mismo sucedía en la Prevocacional 4. Hay destrozos de puertas, ventanas y mimeógrafos. Queman propaganda del movimiento.
Horas más tarde la escuela es asediada por el Ejército, frente al edificio desplegaron 26 tanques y 13 camiones.
Ese mismo día, a las 3 de la tarde, vecinos de Tlatelolco se alistaban para celebrar un mitin de apoyo a los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas; sin embargo, el acto es impedido con la presencia de soldados y granaderos, quienes exigen que se dispersen de inmediato.
Llegan sujetos vestidos de civil e ingresan por la fuerza a varios departamentos. Los vecinos se quejan: “Los uniformados se negaron a detener a los provocadores, aduciendo que ellos solamente pueden intervenir si se los ordena un mando”. Los vecinos se defienden desde los balcones y azoteas, desde donde lanzan cubos de agua, tabiques, sartenes y macetas.
Versiones periodísticas registran la presencia del Ejército en las inmediaciones de Ciudad Universitaria y de Zacatenco; paralelamente, hay detenciones de estudiantes en diferentes zonas del entonces DF.
En ese ambiente llega el Informe de Díaz Ordaz. Desde la tribuna de la Cámara de Diputados recordó que puede “disponer de la totalidad de la fuerza armada permanente o sea del Ejército terrestre, de la Marina de guerra y de la fuerza aérea para la seguridad interior...
“No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber hacer, lo haremos”.
El Ejecutivo afirmaba que al interior del movimiento estudiantil existían “manos no estudiantiles, visibles fuerzas internas y externas”, y los medios reproducen la versión oficial: los estudiantes son manejados por comunistas.
“Sí, hay que decir que nosotros nos equivocamos, no entendimos que este gobierno iba a usar al Ejército para masacrarnos; ya lo había advertido Díaz Ordaz el 1 de septiembre: me los voy a chingar”, recuerda a MILENIO Joel Ortega, entonces estudiante de Economía de la UNAM.
El entonces brigadista de la Escuela de Ciencias Biológicas del IPN, Felipe de Jesús Galván, asume: “Si bien la esperanza del diálogo estaba disminuida, aún se esperaba la posibilidad de que Díaz Ordaz accediera: todavía no se asomaba el Díaz Ordaz salvaje”.
Vía un Manifiesto a la Nación, el Consejo Nacional de Huelga (CNH) respondió a las advertencias del Presidente: “Solo dejó una disyuntiva a quienes desde el Zócalo hemos exigido una respuesta a las demandas con concentraciones populares: o aceptamos sus ‘soluciones’ sin seguir presionando o se reprime; ahora en definitiva, este movimiento popular apelando al Ejército, la Marina y la aviación.
“Negamos que existan presiones ilegítimas hacia el gobierno, pero la falta de respuesta a una demanda lleva necesariamente a la acción popular: única vía que queda abierta ante un régimen sordo y mudo.
“Hasta hoy no hemos recibido otra respuesta que el aumento de la represión, las amenazas y las calumnias que pretenden cambiar la opinión pública para volverla desfavorable a nosotros”.
Insisten en el diálogo público con autoridades con base a los seis puntos de su pliego petitorio. Proponen que éste sea el 9 de septiembre por la tarde en la Unidad de Congresos del Centro Médico del IMSS y que sea transmitido por radio y televisión.
Incluso el CNH se da tiempo para preguntar al gobierno que si no le gustan esas propuestas, están dispuestos a discutir otras, pero solo hubo silencio.
Luis González de Alba, entonces integrante del CNH, recuerda en su libro Los días y los años la atmósfera social, a parte de las golpizas, las detenciones, los ataques y el acoso a planteles de la UNAM y del IPN, “las carreteras eran vigiladas por el Ejército para impedir que llegue la ayuda de provincia”.
Sin embargo, el movimiento contaba con el respaldo en provincia. El entonces vicepresidente de la Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa, Rito Terán, recuerda cómo los jóvenes leyeron las advertencias lanzadas en el Informe presidencial por Díaz Ordaz.
“Lo leímos como una ratificación de una vocación represiva y autoritaria que era la imagen que habíamos percibido de Díaz Ordaz, de Luis Echeverría y del consejero, Porfirio Muñoz Ledo, por cierto, sentimos que esas declaraciones reflejaban a un gobierno incapaz de dialogar y con una alta carga de paranoia”.
Entrevistado afuera de la preparatoria 2 de la UNAM, donde imparte clases, asegura que Díaz Ordaz hizo “planteamientos que no tienen asidero en la realidad y en lugar de atender causas del movimiento se dedicó a intentar distorsionar y golpear”.
González de Alba describe lo que se vivió al interior del CNH, luego del Informe del Presidente, “algunas delegaciones hablaban de una retirada estratégica. Toda la primera semana de septiembre, mientras la situación exigía directivas precisas que orientaran a los estudiantes y a toda la población, el consejo se perdió en largas sesiones inútiles”.
En entrevista aparte, otro miembro del CNH, Gilberto Guevara Niebla, detalla las reuniones: “Comenzaba a polarizarse, había grupos de estudiantes marxistas-revolucionarios que planteaban que la solución de las demandas no tenía importancia... estos radicales revolucionarios en vez de empujar para una solución del pliego pedían ir al pueblo y lograr una revolución armada.
“Otros líderes estudiantiles exigíamos la solución: si estamos en este movimiento es por la solución a estos seis puntos... lo que buscábamos era una solución pacífica, de momentos fuimos perdiendo mayoría, de momentos...”.
El ambiente en torno al CNH era difícil. El brigadista en 1968 de la Escuela Superior de Física Matemáticas del IPN, Severiano Sánchez Gutiérrez, cuenta: “En la asamblea se anunciaba una reunión importante y era necesario cuidar la seguridad de los representantes, se formaban comisiones, se hacía un rondín con vehículo alrededor de la escuela y se ponía vigilancia a la entrada del auditorio”.
No era para menos. El Informe presidencial marcó la ruta.
“Nos equivocamos, no esperábamos al Ejército”
HISTORIA / 50 AÑOS DEL 68
En su cuarto Informe, Díaz Ordaz adelantó su intención de usar las fuerzas armadas para garantizar la seguridad nacional, pero los jóvenes aún tenían la esperanza de una salida pacífica, según Felipe de Jesús Galván, del Politécnico.
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