El niño Ricardo Monreal iba a la parcela con su abuela Dominga a sembrar frijol en su natal Fresnillo, Zacatecas. Se quejaba de que era un trabajo muy arduo, muy duro y mal pagado. Tenía nueve o 10 años y terminaba el día muy cansado, con mucha hambre.
“Y yo le decía: ‘abuela, está muy barato el frijol, nos lo pagan muy barato. ¡No, ya no está bien; hay que levantarnos en armas!’. Y me decía: ‘ay, hijito, si no te levantas temprano, menos te vas a levantar en armas’”.
Hoy, el líder de la mayoría en el Senado, se sigue levantando temprano. A las 5 de la mañana inicia su jornada para leer y sacar adelante las reformas de la cuarta transformación y hacer lo que le gusta: trabajar, leer y escribir.
Dice que en gustos musicales es popular, porque escucha a clásicos como Mozart y Beethoven, pero también banda, Los Temerarios y Pepe Aguilar, entre otros.
Entre la coordinación de la numerosa bancada de Morena, la negociación con la oposición para tejer consensos y la presentación de iniciativas polémicas, como con la que pretende bajar las comisiones que cobran los bancos, el político —tres veces senador, diputado, gobernador y titular de la entonces delegación Cuauhtémoc— da cuenta de sus gustos y aficiones.
“Normalmente disfruto mucho mi trabajo. Desde que soy hombre público —ya tengo cerca de 40 años— dedico ciento por ciento de tiempo a mi trabajo. Nunca falto a las sesiones y estoy desde muy temprano aquí en las oficinas del Senado. Llego a las siete y media u ocho y salgo muy tarde, a las nueve, 10 u 11 de la noche, y en mis ratos libres me gusta la bicicleta, escuchar música y leer mucho, mucho; es para mí casi una adicción, un vicio la lectura”.
De hecho, acepta, le gusta estar siempre pendiente de las novedades literarias, de preferencia novela histórica e historia.
¿Qué está leyendo?
Ahorita estoy leyendo Los Romanov, una historia sobre tres siglos de gobiernos de Rusia. Es muy interesante porque revela la cultura, el alma, las costumbres y el ejercicio del poder, a veces con abusos, a veces con incomprensiones, con ingratitudes o contradicciones dentro del gobierno. Es un libro muy interesante. El escritor es extraordinario, Simon Sebag, quien tiene ya una serie de best sellers. Se los recomiendo.
Tengo 21 libros escritos, en distintas editoriales, y me siento muy contento, muy a gusto de escribir mucho. Aparte de leer tengo afición por escribir artículos semanalmente, escribo seguido, entonces me gusta mucho escribir.
Sí, toda mi vida. Desde que estaba en la primaria, en la escuela Josefa Ortiz de Domínguez, en Fresnillo, tenía el hábito por la novela, por la literatura, por la lectura.
Monreal relata que empezó a escribir en el mural de la secundaria, en los periódicos de la preparatoria y de la universidad, y en su vida profesional en varios periódicos, incluido MILENIO Diario.
Es más difícil, pero me gusta. No dejo de hacerlo porque es una especie de actualización permanente, si uno deja de hacerlo se convierte en un ignorante en desuso. Hay que leer, escribir; es parte de la política. Admiro a los liberales de la época de la Reforma, porque aparte de ser muy buenos políticos, escribían y leían, eran impresionantes, todos los que acompañaron a Juárez eran gigantes y estaban dando activos, o sea leían sus escritos y actuaban.
Tenía una abuela, Dominga Alvarado, de Plateros. Murió hace 15 o 20 años, pero yo estaba muy joven. De niño iba a sembrar en la parcela de ella y salía muy cansado y con mucha hambre, tendría nueve o 10 años. Y le decía: “Abuela, nos pagan muy barato el frijol. ¡No está bien esta vida, hay que levantarnos en armas!”. Y me respondía: “Ay, hijito, si no te levantas temprano menos te vas a levantar en armas’”.
Eso sí, es una revolución pacífica. Nos levantamos muy temprano para la cuarta transformación de la vida pública del país.
Mi abuela, que está en el cielo, ha de estar muy tranquila, porque no hemos fallado ni traicionado nuestros principios.