No importa que sea una tarde entre semana. Con jeans y camisa, Salvador Guerrero (Ciudad de México, 1962) se para de cabeza frente al monolito de Tláloc en Chapultepec. Su secreto: el yoga, ejercicio con el que combate el insomnio que lo acompaña desde niño y en muchas de las frases durante la entrevista.
Para la charla, recupera la seriedad, se pone el saco y, en un café del Bosque de Chapultepec, pide un té verde.
El presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y Procuración de Justicia de Ciudad de México se confiesa incapaz de cocinar; sin embargo, es aficionado al deporte, los libros y al cine de terror.
Se considera una persona feliz, aun cuando a diario tiene que lidiar con temas espinosos de inseguridad en la capital mexicana.
¿Quién es Salvador Guerrero, cuál su historia?
Soy uno de tres hijos de una mujer que enviudó muy tempranamente. Nací en Ciudad de México y ser hijo de una mujer extraordinariamente fuerte, sólida, ética, trabajadora y activa me generó una gran fortaleza desde chico, pero también un sentido de vagancia muy fuerte, porque me escapaba de mi casa por la ventana, andaba por la calle y regresaba antes de que mi mamá llegara. Algunas veces me cacharon y me dieron una tunda.
¿Eres un chilango vago y estudioso?
Un fotógrafo que ganó el Premio Nacional de Periodismo decía que es bonito ganar un reconocimiento a la vagancia. Creo que la parte de la vagancia en la infancia y la adolescencia es muy importante, pero también la parte de la cultura y el conocimiento.
¿Qué haces cuando te quitas el papel de servidor público?
Hacer yoga, cardio y nadar. Me gustaba andar en moto, pero tuve un accidente y no lo he vuelto hacer desde hace año y medio.
¿Cómo hiciste para estudiar tanto?
Desde los seis años soy migrañoso y padezco de insomnio, entonces concebí una forma de aprovechar el tiempo, que es leer y revisar todo. Antes de internet existían los libros y qué bueno que sigan existiendo; para mí, era aprovechar el tiempo y formalizar el conocimiento al mismo tiempo de mantener el respeto por la informalidad del conocimiento; alguna vez fui periodista, premio nacional por el tema de Marcial Maciel en 1997; fui el primero en Iberoamérica que sacó ese tema; entonces no me aumentaron el salario y en ese momento decidí resolver todos mis pendientes académicos y buscar una beca en Inglaterra y hacer el doctorado en la Universidad de Essex.
¿Los temas de seguridad no te roban la tranquilidad?
Me gustan las películas de terror y los thrillers, no conozco a nadie todavía que pueda compartir conmigo una buena película de miedo. A María Elena, mi pareja, no le gustan. Por mi insomnio, disfruto de la Dimensión desconocida, del terror desde que tengo cinco años. Para mí esas dimensiones son cercanas, inclusive haber visto personas violentadas y en circunstancias muy desafortunadas me produce una profunda emoción, pero no me causa temor.
¿El ejercicio, el cardio y el yoga para qué te sirven?
Me serena. Cuando fui comisionado de transparencia en InfoDF quería estar desde temprano trabajando todos los días, y como soy insomne, me hice adicto a una pastilla seis años para hacerlo. Y, gracias a María Elena, que es maestra de yoga, me deshice de ellas.
¿Tu imagen actual es como te imaginabas de niño?
No, de hecho me imaginaba con cabello, no sabía que genéticamente no podía mantenerlo porque mis antecesores no tienen. Pero humanamente siento que soy un hombre liberado en mis cincuentas.
¿Cocinas, cuál es tu comida favorita?
Soy incapaz de cocinar. Me gustan los mariscos, especialmente. El salmón al mango. También diferentes tipos de pasta, pero ya no voy a comer eso porque estoy a dieta, liberándome de nueve kilos que gané por el accidente.
¿Bailas?
La semana pasada fui a una gran fiesta en la que pude bailar funky, disco, salsa y cualquier tipo de brinco posterior.
¿Música favorita?
La barroca, todos los vivaldis y sus alrededores. Me gusta el pop británico, la música anglosajona de los 60, las cantantes negras.
¿Y en literatura, qué te gusta, qué estás leyendo?
Tengo variaciones importantes. Ahorita acabo de comprar un libro antiguo de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, que es de cómo el universo, o sea Dios, se representa en las cosas y tú captas. Me gusta la filosofía de Maquiavelo, la literatura de Nietzsche y los cuentos de García Márquez.
¿Crees que algún día puedas alcanzar la felicidad?
Más bien espero que nunca deje de ser feliz. Hace algunos años me instalé perfectamente ahí, me siento libre de codicias, rencores e infelicidades, estoy libre de eso.