Ayer también fue un 16 de septiembre insólito... pero al menos ya no hubo vacío ni silencio en la principal plaza pública del país durante el mayor festejo nacional.
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Lo cierto es que la tradición se interrumpió: miles de militares, marinos y miembros de la Guardia Nacional no marcharon por las calles del primer cuadro de Ciudad de México presentando sus respetos al comandante supremo de las fuerzas armadas, quien en esta ocasión también modificó el protocolo y cambió el balcón central de Palacio Nacional por un templete colocado frente a este recinto.
El único “desfile” que se vivió fue cuando los 82 vehículos y 66 caballos que participaron en la conmemoración del 210 aniversario de la Independencia de México desocuparon la Plaza de la Constitución.
Tampoco hubo sonidos marciales en vivo: los toques militares y el Himno Nacional fueron reproducidos a través de pistas de audio ya grabadas.
Lo que sí hubo fue sana distancia entre los 666 integrantes de las fuerzas armadas y Guardia Nacional, así como los 15 civiles de diversas instituciones públicas y privadas. Todos, también, utilizaron cubrebocas que coincidió con el color de su uniforme.
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Al igual que para el Grito, este miércoles el acceso al Zócalo capitalino estuvo restringido y, por tanto, no se escucharon aplausos ni porras, principalmente de niños, para los elementos de las fuerzas armadas y ahora la Guardia Nacional.
Tampoco hubo invitados especiales, se limitó la presencia a los de los poderes Legislativo y Judicial: Dulce María Sauri, de la Cámara de Diputados y, Eduardo Aguilar, del Senado, así como el ministro presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar.
Acompañaron al presidente López Obrador los titulares de las fuerzas armadas: Luis Cresencio Sandoval, de la Sedena, y Rafael Ojeda, de la Marina.
Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, y Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno capitalina, también participaron en este acto inédito.
Todos caminaron al lado del jefe del Ejecutivo desde el templete instalado frente a Palacio Nacional al asta bandera, donde López Obrador presionó un botón para que se levantara el lábaro patrio y comenzar la ceremonia cívica.
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Enseguida, ocho de las 54 aeronaves participantes sobrevolaron el Zócalo.
Entonces la clase política regresaba al templete donde se sumaron los integrantes del gabinete de salud y del Consejo titular para la Condecoración Miguel Hidalgo e iniciar la ceremonia.
El personal médico distinguido fue de 58, entre médicos y enfermeros; cifra elegida porque a esa edad murió el Padre de la Patria.
Hasta este miércoles, solo 10 personajes en cuatro ocasiones habían sido condecorados, derivado del decreto que hizo entonces el presidente Luis Echeverría: seis sobrevivientes del Congreso Constituyente de 1916-1917, además de Jesús Silva Herzog, Ignacio Chávez y Nicolás Tomás Bernal.
Pero ayer destacó una mujer que, a diferencia del resto, no portaba bata blanca ni otro tipo de uniforme característico de personal de salud. Era Zaira Hernández Salazar, esposa del teniente de fragata Luis Rey Calderón Leal, quien no pudo recibir en vida la máxima distinción que otorga el Estado mexicano por realizar “actos heroicos”.
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El pasado 2 de julio, el médico integrante de la Secretaría de Marina murió combatiendo el covid-19 en el Hospital Naval de Alta Especialidad de Veracruz.
Pero pacientes a quienes les salvó la vida y compañeros no quisieron que la historia del médico cirujano se olvidará y, apenas se abrió la convocatoria, lo postularon para la condecoración.
“No hay héroe en soledad, solo el esfuerzo común genera actos heroicos”, exclamó la secretaria de Gobernación en la ceremonia.
Se guardó un minuto de silencio seguido de otro de aplausos como reconocimiento a las personas que han fallecido por el covid-19.