Ubicado a unas calles del transitado Freeway que conecta Phoenix, la capital de Arizona, con Tucson, se encuentra lo que parece un oasis de poblanidad en medio del desierto: El Antojo Poblano. Esta food truck se distingue en la localidad por estar cercado con una malla, donde las ordenadas mesas están circundadas por lonas con fotografías de Puebla: la Ex Hacienda de Chautla, la Catedral Angelopolitana, el Zócalo, el edificio de Protocolos, la Estrella de Puebla y otras imágenes que llaman la atención de los visitantes, quienes las ocupan como fondos para tomarse una selfie.
El logotipo no podría ser otro: el Templo de Los Remedios, en Cholula, cobijado por un nevado Popocatépetl bajo el cielo azul. Ahí, en ese pequeño rincón poblano al sur de los Estados Unidos, Analy Ríos, de 44 años de edad, quien nació en Villa Ávila Camacho, mejor conocida como La Ceiba en la Sierra Norte de Puebla, atiende con su familia el restaurante que los ha llevado a vivir el verdadero sueño americano: salir adelante en un país que no es el suyo.
En entrevista, la hija y nieta de cocineras de la comunidad perteneciente a Xicotepec de Juárez narra la oferta para sus comensales: “Tenemos un menú amplio: enmoladas, cemitas, chalupas, huaraches, flautas y tacos, que no pueden faltar. También tortas y hasta cecina con enchiladas”.
Sin embargo, lograr este sueño no fue fácil. Llegó con su esposo e hijo hace 20 años a Tucson, en busca de oportunidades: “A mí siempre me ha gustado la cocina, allá en Puebla mi familia siempre ha tenido restaurantes, y yo soñaba hacer esto, porque antes me dedicaba otra cosa: limpiaba casas y ganaba bien, porque es un trabajo y lo hacía bien, pero mi sueño era otro”.
Sentada en una de sus mesas, siempre adornadas con flores frescas, Analy confiesa: “Siento que soy chingona, porque lo he logrado. No ha sido fácil, he llorado pero he logrado lo que me propuse”.
La sonriente mujer serrana se preguntaba hace 15 años: “¿Cómo lo voy a lograr? O sea, una inmigrante va a venir aquí a abrir un negocio, aquí en un país que no es el suyo. No tenía el dinero, me decía: ‘¿Cómo lo voy a hacer?’. Pero cuando Dios dice: ‘es tu tiempo, es tu tiempo’”.
Tras un intento fallido, la emprendedora poblana estuvo a punto de desistir, sin embargo, el destino tenía otros planes y llegó la oportunidad de ir tanto a la Universidad de Arizona como al Centro de Negocios para Mujeres de la YMCA (Young Men’s Christian Association, por sus siglas en inglés) a tomar cursos de Negocios.
“No sé ni cómo fue, pero comencé a buscar el local. Se empezaron a abrir todas las puertas. Estaba en ceros, tomé un préstamo para abrir mi food truck y ahorita ya está pagado. Ya estamos bien, aunque tuve que pedir otro préstamo para enfrentar la pandemia, pero estamos saliendo adelante cada día”.
Sabor más allá de la frontera
Mantener el sazón, que incluso la diferencia de sus cuatro hermanas en Puebla, no es fácil en la Unión Americana, pues aunque se venden muchos de los ingredientes no es lo mismo. “Todos los insumos me los mandan de Puebla, por ejemplo. El (chile) guajillo o el chipotle de aquí no me gustan, el sabor es bien diferente. Si quieres darle el toque tienen que ser los chiles que son, solo así lo vas a lograr”, comparte con MILENIO Puebla.
Analy Ríos comenta que cuando algo se acaba, la familia en La Ceiba está dispuesta a ayudarla: “Gracias a Dios cuento con mi familia, ellos siempre han estado para mí. A veces le digo a mi papá, ‘Oye, se me va acabar el mole, ya no tengo. ¿Puedes venir?’, y en chinga se viene en el avión. Le encanta que se lo pida así, porque no le gusta estar aquí (en Estados Unidos), no le gusta el encierro, se aburre, viene de entrada por salida, no se está mucho tiempo, pero siempre está dispuesto”.
Otro de los retos en su negocio es ofrecer cemitas poblanas que conserven el sabor tradicional, por lo que trata de conseguir todo lo más parecido, “pero es difícil porque estamos en Estados Unidos, hacemos lo más que podemos, pero obviamente ingredientes como el pápalo, a veces se encuentra, a veces no. Es de temporal. De hecho hemos estado sembrando para poderlo dar, porque la gente lo quiere, pero no hemos encontrado la forma de guardarlo para darlo todo el año”. Por último, Analy Ríos regresa a la cocina junto a su esposo y su familia, quienes no pararon de despachar órdenes durante esta entrevista.
AFM