Una nueva investigación revela cómo, desde la década de 1960, agentes del FBI y de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) colaboraron para espiar, perseguir y acosar a militantes de la izquierda en México, con listas, archivos y vigilancia sistemáti

El FBI y la DFS operaron en paralelo para vigilar al Partido Comunista. Sobrevivientes reconstruyen un país donde la disidencia se pagaba con cárcel, clandestinidad o silencio forzado.

La policía secreta del PRI registró sus vuelos y su apoyo al movimiento del ‘68. “Yo le daría el Nobel a Rulfo”, le dijo García Márquez en una llamada telefónica privada.

Antes de la fama, Juan Gabriel estuvo en Lecumberri, encarcelado con pruebas débiles y un proceso lleno de irregularidades. Su paso por la cárcel marcó para siempre su vida y su obra.

Pistoleros civiles y policías atacaron a decenas de disidentes de Guerrero. Los soldados fueron testigos. Así silenció el régimen la Masacre de Copreros.

La DFS no sólo persiguió a estudiantes o guerrilleros: también espió a la élite empresarial. Los documentos revelan que el espionaje era toda una cartografía del poder.

Reconstruimos, con testimonios y expedientes públicos, el horror y la persecución que sufrió la familia Jiménez por formar parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre.

Al menos 76 estudiantes tapatíos fueron perseguidos y detenidos por la policía secreta durante 1968- 1976. La pandilla robaba tiendas y oficinas públicas para sostener su causa.

Durante una operación “anti-narcos” en El Realito, los soldados irrumpieron en un bautizo. “Permanecimos toda la noche escuchando quejidos y viendo muertos”, dijo Manuel.

La investigadora tuvo seguimiento por su apoyo a denuncias contra altos funcionarios como Luis Echeverría y Corona del Rosal.