Cuando un puercoespín se siente amenazado, ataca moviendo su cola para golpear y chocar sus púas contra su depredador. Estas no son venenosas, pero entrañan el peligro de poder infectar el tejido en el cual penetran.
Gator, un perro de dos años, aprendió esta dolorosa lección después de recibir el ataque de un puercoespín que le dejó clavadas más de 500 púas en su rostro y cuello.
Tras el ataque, Gator quedó como si se hubiera dejado una gruesa barba blanca y quedó gravemente herido.
Quitar las púas de puercoespín sin el beneficio de la sedación o anestesia y un potente medicamento para aliviar el dolor es extremadamente doloroso para el perro.
Esto puede ocasionar una lucha que puede hacer que las púas penetren más profundamente, e incluso, puede provocar que el perro ataque o muerda sin que la intención sea hacer daño.
Por suerte, el can sobrevivió, pero necesitó 30 horas de tratamiento para quitar la totalidad de las púas.
grb