La pandemia y sus estragos en los 'peques' del hogar

La falta de socialización en niños y niñas, fuera de su núcleo familiar, puede llegar a provocar estrés, agobio y problemas de autoestima.

La crisis sanitaria implicará un cambio en la manera en que los niños aprenden sobre el mundo en el que viven y a relacionarse con el otro. (Cortesía)
Sofía Gamón
Torreón, Coahuila /

Una imagen mental: papá y mamá dejando a un ser humano pequeñito, con mochila sobre los hombros y lonchera en mano, frente a un edificio que se convertirá en su segundo hogar durante los siguientes años. Llanto, abrazos, despedida inminente: el preescolar.

Es en el núcleo familiar donde se asentarán la mayoría de las bases con las que el infante contará para poder enfrentarse al mundo. Sin embargo, ese primer núcleo no es suficiente. En algún momento, el pequeño tendrá que dejar su hogar, conocer nuevas dinámicas de relación e interiorizar lo aprendido en casa.

Según Espinoza, Flores y Hernández, autoras de una tesis de pedagogía, la socialización es la capacidad de relacionarse con los demás, ya que, “el niño-niña no se realiza en solitario, sino en medio de otros individuos de su misma especie, de forma que si faltara esta relación en el proceso fundamental de su crecimiento no se transformaría en un ser sociable”.

Ese contacto con otros individuos de su misma especie se lleva, en gran medida, en la escuela. Karla Mariela Garza Ibarra, psicopedagoga infantil lagunera, sostiene que es gracias a las amistades que los niños y niñas forjan en sus primeros años de vida que aprenden a descubrir nuevos aspectos de sí mismos, lo que implica que comiencen a formar su autoestima.

Garza Ibarra afirma que la socialización de los cuatro a los ocho años es fundamental, porque es donde el infante aprende a diferenciar lo positivo y lo negativo de su propio comportamiento, así como a valorar la amistad, la empatía y el compartir.

Adiós al encuentro social

Edilgar Camizàn García, investigadora peruana, expone en su trabajo que, “la socialización es importante tenerla en cuenta desde la educación infantil”. La dinámica que se desarrolla en casa es distinta a la que se lleva a cabo dentro de un aula: no está mamá o papá, se tiene contacto con pequeños que también vienen de contextos diferentes, es decir, la seguridad hogareña no se encuentra.

La psicopedagoga lagunera, quien forma parte del equipo de trabajo de la Clínica de Neurodesarrollo, Psicología y Nutrición infantil en Torreón, explica que ante la falta de socialización producto del aislamiento social por la pandemia de covid-19, el niño o niña se encuentra frustrado, agobiado, sin motivación, incluso con estrés.

Se afecta la autoestima, por consiguiente, la confianza en sí mismos, la seguridad e independencia, porque a lo mejor ya se volvió dependiente a papá o mamá. Entonces, sí va a haber un rezago en cuanto al autoestima”.

Para Mireia Garibaldi Giménez, psicóloga y psicopedagoga con maestría en Psicología General Sanitaria, la socialización le permite al infante conocer el mundo en el que vive. Es mediante el juego que el niño a partir de los tres años y hasta los seis, aprenderá a relacionarse, a empatizar, compartir, cooperar; gracias a su encuentro con iguales, comienza a normalizar pautas sociales y a descubrir diversas maneras de comunicarse.

Karla Garza Ibarra, psicopedagoga infantil. (Cortesía)

Al igual que Garza, Mireia Garibaldi, quien fue acreedora del Premio Extraordinario de la Licenciatura en Psicopedagogía 2011 otorgado por la Universitat de Barcelona, detecta que dentro de los efectos del confinamiento a corto plazo, se encuentran alteraciones en el estado de ánimo de tipo depresivo, niños de mal humor, con ansiedad. Incluso, llegan a tener conductas regresivas.

“Hemos detectado problemas de conducta, mucha rabieta, dificultades para seguir normas, alteraciones en la alimentación y el sueño, pérdida de hábitos y rutinas, lo cual en los niños y niñas es muy importante”, comenta Garibaldi.

Cambios constantes

El 2020 representó una catarsis en cuanto a la interacción social se refiere. El tener que estar mínimo a dos metros de distancia, portar mascarillas que cubren más de la mitad del rostro, nada de abrazos ni besos, se convierte en la incertidumbre acerca de qué sucederá durante los próximos meses.

Tales cuestiones son a las que Garibaldi Giménez se enfoca, al explicar que para los adultos, los meses de aislamiento son un momento excepcional que tuvieron que vivir, sin embargo, para los niños y niñas representa tener que volver a aprender desde cero cómo es el mundo. “Quizá para un adulto seis meses es una parte ínfima de su vida, pero para un niño de 2 años representa el 25% de su vida”, dice la experta.

Mireia Garibaldi Giménez, psicóloga y psicopedagoga. (Cortesía)

Incluso el uso de la mascarilla priva a los pequeños, sobre todo en edades de cero a tres años, de la oportunidad de recibir estímulos que les permitan aprender una cuestión básica como la sonrisa, pero que, para su desarrollo, representa el ir labrando su camino hacia la capacidad de comunicarse y lograr entender al otro.

¿Y a largo plazo?

El ser humano es social, por naturaleza. Para Garza Ibarra, con un Diplomado en Atención e Innovación Psicoeducativa, las repercusiones actuales de la falta de socialización en niños y niñas no solo genera la (tal vez) imposibilidad de cultivar valores como el compartir y la empatía, sino que el aprendizaje de las emociones, sentimientos y cómo gestionarlos, lo cual se ofrece a través de la socialización, no se está dando, “entonces sí va a haber adolescentes que tengan problemas para socializar”.

Por otro lado, Garibaldi Giménez, especialista en dificultades y trastornos del aprendizaje, sostiene que aún es pronto para determinar de qué manera afectará no solo los meses de aislamiento, sino la nueva dinámica de convivencia que se implementó por seguridad ante el virus.

Todos los aprendizajes más importantes que se dan en esa etapa tiene que ver con la relación con el otro, y la estamos cambiando con la pandemia, evidentemente tendremos que ver qué pasa con estos niños”, dice Giménez.

Cada persona es un mundo y no hay verdades absolutas. Sin embargo, es gracias a la socialización que las niñas y los niños aprenden a conocerse a sí mismos, sus capacidades, limitaciones y, también, comienzan a formar su autoconcepto. Si la socialización no puede llevarse a cabo, se les niega dicho privilegio.

Es necesario en estos momentos de crisis sanitaria, sí, pero estar atentos al estado de ánimo de los pequeños del hogar, así como buscar momentos de encuentros con amigos, maestros y familiares, incluso de manera virtual, es vital para abogar porque los efectos de la falta de socialización no sean tan graves.

Fórmula secreta para apoyar al niño durante tiempos volátiles

  • No perder las rutinas.
  • No dejar de lado los deberes, tomando en cuenta la etapa de vida del menor.
  • Tiempo de calidad para convivir.
  • Tiempo de calidad para escucharlos.

 Fuente: Karla Mariela Garza Ibarra, psicopedagoga.


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