La anorexia y la bulimia aumentaron de manera considerable a causa del covid-19, de acuerdo con María Guadalupe Iglesias Ramírez, docente de la Facultad de Psicología (FaPsi) de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
Con los estudios que se tienen al momento, el alza de estos trastornos alimenticios es de alrededor de un 35 por ciento en comparación con años anteriores.
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En cuanto a la anorexia “que es no aceptarse físicamente y tener una percepción distorsionada de su cuerpo”, en el caso de las mujeres, comentó, la relación es de un caso en 250 y en los hombres de uno entre mil.
Entre los 14 y los 25 años, señaló, es en el rango de edad donde más incidencia de casos se presenta. Y, en ambos casos, destacó, se requiere de un apoyo interdisciplinario para sacar adelante a estos pacientes, es decir, de una doctora, un psicólogo y un nutriólogo.
Iglesias Ramírez explicó que hay tres factores o riesgos importantes para que se presente este incremento de la anorexia y la bulimia a raíz o como consecuencia de la pandemia provocada por el covid-19: el aislamiento social, la parte social y el control en la alimentación.
En el caso del aislamiento social, dijo, porque se limitó las actividades diarias y afectó la forma en que las personas que tienen este trastorno comen, su actividad física y sus patrones de sueño.
“Esto viene derivado porque aumentan los episodios de ansiedad, los episodios obsesivos y los relacionados con el hábito del dormir”, precisó.
Según la especialista, la parte social tuvo su impacto, por una parte, al verse imposibilitados a participar en reuniones de auto ayuda, y por el aumento en el tiempo que se le dedica a las redes sociales.
“La parte social es otro de los factores que contribuyen al incremento, ya que las personas se ven afectadas porque para ellos, en la mayoría de los casos, es necesario un grupo de apoyo, de auto ayuda, y dejaron de haber esas reuniones porque se prohibieron. Y no está ayudando mucho que nuestra principal distracción sean las redes sociales”, puntualizó.
En tanto que con las restricciones, mencionó, no se tiene el tiempo para realizar la revisión de los contenidos nutrimentales como se realizaba anteriormente, debido al miedo de pasar más tiempo en la compra de los alimentos.
Por ello, recalcó, es primordial ver los cambios significativos de comportamiento en uno o en los seres queridos para detectar si existe alguna alerta o signo de alarma.
Entre los que se encuentran, en la anorexia, el inventar excusas para no comer, el adoptar una dieta excesivamente restrictiva, la concentración excesiva en una alimentación, cuidar en exceso la cantidad y el tamaño de las porciones de comida.
O el que su tema principal sea la comida y perder peso, el mirarse constantemente al espejo y quejarse de su figura, el uso de suplementos, la aparición de callos en los nudillos de los dedos, la pérdida del esmalte dental, el vómito repentino por la comida, y que se levantan durante la comida para ir al baño y vomitar.
En el caso de la bulimia es preocuparse cada vez más por su peso, tener atracones de comida en cortos periodos de tiempo, sentirse cansados, sentirse culpables, mantenerse en un peso normal a pesar del esfuerzo de su dieta; y es más común en personas con ansiedad, depresión, estrés.
Al ver estas alarmas de los trastornos alimenticios, recalcó, lo primero que se debe hacer es pedir apoyo profesional, ya que es un problema que puede ser incapacitante o mortal.
“Se tiene que pedir ayuda a un equipo interdisciplinario que incluya clínico, psicólogo y nutriólogo. Y la otra es que la persona se sienta apoyada, no juzgada, el apoyo familiar es primordial, básico para sacar adelante a estos pacientes”, enfatizó.
Para dar esta atención, indicó, existen en la entidad clínicas, grupos, especialistas particulares, así como apoyo a través de la Unidad de Servicios Psicológicos de la FaPsi.