Crecer a mediados de los años 50 en el barrio de La Lagunilla, en el corazón del entonces Distrito Federal, nos brindó a mi familia y a mí un entorno saturado de música, empezando por la vecindad en la que habitábamos en la calle Allende. Con solo ocho viviendas —un lujo para una vecindad—, en algunas de ellas se escuchaba música, aunque especialmente recuerdo que en el número 6 vivía un par de solteras cuya personalidad contrastaba. Una, sumamente delgada, tenía el pelo negro y la otra, frondosa, era pelirroja (“Las tres pesetas”, les llamaba un albañil que solía trabajar en la casa). La mujer de pelo negro tocaba música clásica al piano, lo que fue mi primera experiencia con el género en vivo.
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El barrio era recorrido por músicos de todas clases. Entre mis recuerdos más lejanos está el de un trompetista con el rostro cubierto con una máscara de luchador que se paraba en la esquina de Allende y Perú para animar a los parroquianos que convivían y bebían en la pulquería La Antigua Roma y dos cantinas cuyos nombres no recuerdo.
Hasta las líneas de autobuses que atravesaban el rumbo tenían nombres con cierta musicalidad: “Vallejo-Hospitales-Vía San Juan”, “Juárez-Loreto-Chapultepec” o “Violeta-Perú”, título, por cierto, de una novela de Luis Humberto Ramos. El trayecto, invariablemente, iba amenizado —o amenazado, según fuera el caso—, por músicos ambulantes.
Cantantes, grupos de marimba, tríos, conjuntos norteños y jarochos, guitarristas, pequeñas bandas de pueblo y organilleros animaban la zona poblada de negocios, mercados y vecindades. Y, por supuesto, los músicos confluían en Plaza Garibaldi, donde los mariachis eran los reyes.
Covid-19 ha parado al mundo y entre los más afectados están quienes no pueden quedarse en casa, como los músicos que trabajan en el Metro, autobuses, plazas públicas, cantinas, restaurantes, mercados y, sobre todo, la calle. Se han quedado sin fuente de trabajo.
En un artículo reciente en La Jornada, “Garibaldi, donde los mariachis se niegan a callar ante el virus”, se recoge el testimonio de la dueña de un local de comida que ha mermado sus ventas ante una plaza vacía. Doña Josefina Nieto se pregunta: “¿Dónde están todos esos que se hicieron famosos con el mariachi: Luis Miguel, Thalía, Yuri, muchos? ¿Dónde están ahora que los mariachis los necesitan?”.
CODA
LA CONDESA SE QUEDÓ MUDA
Desde la ventana de su departamento, Adriana Camacho toma videos de su calle en la colonia Condesa donde todos los días desfilaban músicos callejeros. Ahora, con los restaurantes cerrados, solo se escucha el silencio, roto una vez al día por un quinteto de empecinados músicos de pueblo. De alguna forma, dan esperanza.