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A la Orquesta Basura se le conoce así porque utiliza los despojos para crear música. Está formada por niños y jóvenes de Asunción (Paraguay) que con instrumentos hechos a base de hojalata, plástico o cartón interpretan temas clásicos o populares para deleitar al público de su ciudad, de su país y de distintas naciones del mundo. Hace unos días, sus integrantes llegaron a España para emprender una gira de conciertos que culminará el próximo mes en el Teatro Real de Madrid, acompañados por la cantante Rosario Flores y el grupo de percusión Toompack.
Hace ya más de una década, Favio Chávez, un licenciado en Tecnología Ambiental y exdirector de un coro de iglesia, llegó a trabajar al basurero de Cateura, en la periferia de Asunción, con un programa gubernamental de reciclaje, pero miraba a su alrededor y todo parecía carecer de esperanza. En el desolador paisaje se mezclaban la miseria, el desempleo, niños sin estudios, las drogas y la violencia. Así que para contribuir a superar todo eso se propuso dar clases de música a algunos vecinos del lugar. “El no tener nada no es excusa para no hacer nada”, les espetó.
El problema, claro, era que no contaban con los instrumentos necesarios para aprender. Por eso fueron al basurero a rescatar materiales despreciados para fabricarlos ellos mismos. Un violín o un bajo de lata no tienen la misma sonoridad que los hechos con delicadas maderas y cordajes, pero eso, en realidad, no era tan malo. Con los elementos basurosos el grupo tendría un toque estético y armónico diferente. “Todo ese esfuerzo era en realidad un compromiso de vida”, caviló el improvisado músico que no tardó en ganarse el respeto de sus compatriotas.
De esta manera, la comunidad que vivía en torno a Cateura comenzó a librarse del pesado estigma que la situaba en la exclusión social y pronto el trabajo y la fama de la orquesta traspasaron fronteras. “En 2012 nos hicieron un documental y eso nos ayudó para que el mundo conociera nuestra labor”, me contó Favio Chavéz después de interrumpir un ensayo en el sótano del hotel donde se hospeda la orquesta en el que, si alguien hubiese cerrado los ojos mientras sonaba la música de Beethoven, no habría sabido decir si lo que escuchaba era un violín con sordina o una bandeja de horno golpeada hasta adoptar la forma del instrumento, una guitarra o dos latas de cacao paraguayo soldadas.
Luego, David Echeverría —19 años, estudiante de Comercio Internacional— dejó de tocar el bajo y me expresó la satisfacción que le produce estar, desde hace tres años, en la formación musical. “Gracias a las giras que hacemos he conocido varios países. Pero el que más me importaba era España. Porque aquí vive y trabaja mi mamá desde hace tres años y ella no puede ir a verme a Paraguay. Ya sabes: los padres emigran y uno se queda al cuidado de los abuelos, si es que los tienes, porque hay muchos que no y acaban mal”, añadió el chico que disfruta interpretando polcas paraguayas. “Con ellas la gente se entusiasma y nos acompaña con sus palmas en los conciertos”, subrayó muy risueño.
En Cateura el proyecto derivó, además, en una escuela. Allí se forman hoy casi 300 alumnos y entre ellos se selecciona a los mejores para integrarlos en la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura, su nombre oficial que, con la ayuda de la empresa de reciclaje Ecoembes, ya tiene una réplica en España. “Es maravilloso que los valores que empezaron de forma muy localizada en Cateura tengan el poder de trascender a miles de kilómetros”, dijo Chávez, quien ya ha conocido a los pequeños que formarán parte del proyecto. “Son muy similares a los que yo conocí cuando empecé esto. Inquietos, traviesos. Y muy ilusionados por tener algo más que aprender”. A través de ese aprendizaje se filtran valores, conocimientos, destrezas y habilidades que, para Favio Chávez, tienen la posibilidad de cambiar sus vidas. “Por la disciplina, el respeto, el compromiso, la responsabilidad y la creatividad que todo esto contiene”.
La versión española de la idea paraguaya se llama La Música del Reciclaje y está formada por niños del madrileño barrio de Vallecas (“sureño, obrero, lleno de inmigrantes y combativo de toda la vida”) que ahora encuentran en la música y la reutilización una válvula de escape a los problemas que les rodean. Porque lo que para muchos es basura, para otros es el futuro.