¿Quién dijo insólito?

Libros | A fuego lento

Los cuentos de Cecilia Eudave cumplen el objetivo de resultar perturbadores, pero ¿es que Arreola o Cortázar, por ejemplo, han dejado de ser modelos estilísticos?

Portada de 'Al final del miedo', de Cecilia Eudave. (Cortesía: Páginas de Espuma)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Si algo destaca de los ocho cuentos reunidos en Al final del miedo (Páginas de Espuma) es la perturbadora confección de sus ambientes. Transcurren en el sótano vampiresco de un bar donde se satisface cualquier deseo innombrable, o en la habitación de un hotel desde cuya ventana se observa a una figura al acecho, o en una carretera donde un cuerpo yace envuelto en vendajes sucios, o en la pantalla de una computadora que al otro lado proyecta el espectro de una mujer, y, sin excepción, en un país sembrado de enormes agujeros desde los cuales se aventuran grupos de creaturas irreconocibles hacia la superficie. Esos ambientes enmarcan una historia casi siempre atroz y a personajes insatisfechos con su lugar en el mundo.

¿Podríamos suponer entonces que Al final del miedo es un libro atractivo, que al menos sirve de remedio contra las estrategias de moda ante la promesa de una “narrativa de lo insólito”? Ni por asomo, sobre todo en vista de que no hay página en la que no seamos asaltados por una redacción contrahecha. No me refiero siquiera a la cadencia de las frases, a la textura del tiempo y a su extensión; me refiero a la falta de la más simple corrección gramatical. Es decir, a estas muestras: “mientras buscaba en la gasa llena de sangre respuestas”; “No se dejen convencer ella lo mató”; “A ver piensa”; “Y no le iba a comprar al fulano que me robó champaña”; “Olga enfadada, le parece que está Elías detrás de las cortinas”; “busca en la pequeña maleta de mano su tejido”… Y luego están los diálogos: tan miméticos, tan ajenos al sentido de la composición que suenan a esos intercambios de palabras que han sobrepoblado el peor cine nacional: “¿Para qué estamos entonces?” “Yo qué voy a saber”.

El caso de Cecilia Eudave y su vislumbre de libro obliga a plantear algunas preguntas rápidas. ¿Es que Juan José Arreola o Julio Cortázar, por ejemplo, han dejado de ser modelos estilísticos? ¿Es que la prestigiosa “ética del lenguaje” ha pasado a ser una curiosidad de académicos y anticuarios? Y por encima de cualquier perplejidad: ¿no hay por ahí, en una región ya devastada de la lengua española, editores capaces de revestir las buenas intuiciones de una escritora con el don para hacer estallar auténticos fuegos narrativos?

Al final del miedo

Cecilia Eudave | Páginas de Espuma | España | 2021

AQ

LAS MÁS VISTAS