Siempre en combate: Albert Camus y los pilares del buen periodismo

Café Madrid

En países donde los medios desprecian la investigación y el trabajo del reportero, más que nunca hay que recordar los cuatro ejes que el escritor francés consideraba indispensables en este oficio.

Albert Camus, filósofo y periodista francés. (Foto: Archivo)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

Vivo en un país cada vez más crispado y dividido (no desde hace un año, con la irrupción de la pandemia, sino desde antes. Aunque, claro, con la crisis sanitaria y económica todo se ha agravado). Un país en el que la ultraderecha se abre paso sin muchas dificultades y cuestiona los derechos sociales a punta de falacias o añora sin pudor la época franquista o criminaliza a los extranjeros o cuela sus explosivas noticias falsas sin ningún reparo. Un país con políticos que, cuando no son corruptos, se enzarzan en rabiosas e inútiles peleas o exhortan a los más desfavorecidos a disputarse entre ellos las migajas del sistema. Un país con medios de información en donde cada vez hay más columnistas-polemistas y menos reporteros (porque ofrecer opiniones es más barato que brindar los detalles y la investigación de los hechos), con canales de televisión y estaciones de radio en las que abundan los tertulianos gritones al servicio descarado de tal o cual ideología. Un país de polos tan opuestos que, si se lee la prensa madrileña, se tiene un panorama de los acontecimientos nacionales y, si se lee la prensa barcelonesa, se percibe otro muy distinto. Hacía 80 años, en fin, que los radicalismos en España no habían sido tan manifiestos y peligrosos.

Reflexiono sobre todo esto después de leer La noche de la verdad (Debate), la antología de artículos que Albert Camus (1913-1960) escribió en Combat, el periódico de la Resistencia francesa frente a la ocupación Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Es la primera vez que estos textos se publican en español y en cada uno de ellos (138 editoriales y 27 artículos) se aprecian las cuatro columnas que, según el propio Camus, sostienen al buen periodismo: lucidez, desobediencia, ironía y obstinación. Pieza tras pieza, uno de adentra en acontecimientos decisivos que dieron lugar al mundo contemporáneo pero, sobre todo, se nos queda la sensación de que en realidad se nos está hablando de las situaciones por las que atravesamos últimamente, pues la tentación totalitaria amenaza cada vez más a la libertad y a la democracia.

Combat empezó a publicarse de manera clandestina en 1941. Dos años más tarde, Albert Camus fue nombrado redactor jefe y, coordinando a un pequeño equipo y escribiendo, se consolidó como uno de los intelectuales más comprometidos de la época. Su esfuerzo se centró en dejar claro que la moral era parte de la política y que la sociedad no podía permanecer indiferente ante temas como las deportaciones, el proceso penal de los colaboracionistas y los prisioneros de guerra, la escasez de alimentos, la creación y el funcionamiento de instituciones internacionales que evitaran nuevos conflictos bélicos, la injusticia colonial en Argelia y las circunstancias de la prensa. También se propuso que, al tocar todos esos temas, no lo haría vociferando e insultando.

El 21 de agosto de 1944, por ejemplo, escribió:

“Muchas cosas en este mundo trastocado no dependen ya de nosotros. Pero nuestro honor, nuestra justicia, la felicidad de los más humildes de entre nosotros, nos pertenece como algo propio. Y será salvaguardando o creando esos valores como daremos al mundo y nos daremos a nosotros mismos la imagen y el ejemplo de una nación a salvo de sus peores errores”

Apartado de la mediocridad y el inconformismo, el Nobel fallecido en 1960 en un accidente automovilístico veía en la suma del esfuerzo colectivo, siempre vigilante, ético y activo, el camino para llegar al Estado de Bienestar, con la prensa como aliada indispensable en este proceso.

Al principio muchos le hicieron caso pero, con el paso de los años, sus ideas fueron cayendo en el olvido. Hoy, ya les digo, es difícil encontrar proyectos periodísticos comprometidos con la imparcialidad y la prudencia, recomendadas por Camus para enriquecer la vida ciudadana, en donde las opiniones infundadas y viscerales no proliferen y en donde no se reemplacen los hechos con los deseos propios. Como advierte el politólogo Manuel Arias Maldonado en el prólogo del libro: “el Estado no puede enseñar en las escuelas ‘verdades no reconocidas por todos’ y la prensa sólo puede cumplir su papel si se rehúsa abrazar ideologías particulares y proporciona una arena para el diálogo a lo largo del espectro político”. Pero aquí estamos, en esta España mía, sin dialogar e involucionando. Y, por lo tanto, siempre en combate.

AQ

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