En mitad de uno de los nueve cuentos que componen Amores veganos (Lectorum), damos con esta descripción de la ciudad de Mérida, la blanca, la orgullosa joya del sureste mexicano: “Nunca imaginó que la capital en realidad era una selva disfrazada de progreso urbano, con lagartos, víboras, tarántulas y hormigas descomunales campeando por la sala, el jardín y los dormitorios”. En este escenario tan ajeno a los arrebatos bucólicos, y al sueño redentor de quienes huyen de un pasado negro, Adrián Curiel Rivera pone en práctica los mejores argumentos de la ironía para entregarnos un mundo en donde nada resulta más quimérico que una vida feliz y confortable.
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Pongamos el caso del cuento que titula el libro, una pieza ejemplar del narrador haciendo las veces de un dios manipulador y cruel. Su protagonista ha sido expulsado del paraíso conyugal sólo para caer en las redes de una vegana fundamentalista que no sólo ha sido capaz de doblegar su voluntad sino de convertirlo en un manso fauno de la mediana edad. Ese mismo dios gobierna “De la justicia nada poética de los linchamientos (el caso de Zacarías Justo)”, en el que un viejo adalid en la lucha contra los micromachismos perpetuados en las normas sociales, y el narcisismo y el falocentrismo de escritores como Hemingway y Verne, acaba defenestrado por una gracejada sexista en las redes sociales.
Niños en el día de su cumpleaños, padres abatidos, madres que actúan como depredadoras en el mundo de los negocios, lesbianas combativas, familias perfectas y hasta buscadores de tesoros, nadie está a salvo de la precariedad a la que Adrián Curiel Rivera los enfrenta y a la que nosotros, lectores, respondemos con una risa a medio tono, sin estridencias.
Hay en Amores veganos, como en muchos de los libros maduros de Adrián Curiel Rivera, una estética de la comicidad. No dejamos de expresar nuestra compasión frente a esas existencias que parecerían elevarse indefensas por los aires tras el golpe de un ventarrón tropical pero a la vez no dejamos de sentir el aguijón, el sibilante incordio narrativo, que nos mueve a regocijarnos por su invalidez sentimental, material o profesional, falsamente seguros de encontrarnos a salvo del chaparrón del ridículo y la comezón del abandono.
Amores veganos
Adrián Curiel Rivera | Lectorum |México | 2021
ÁSS