Anamari Gomís o el estilo como protagonista

Reseña

Cuerpo, memoria, pequeños acontecimientos, son los temas que concurren en El otro jardín del Edén, el más reciente libro de relatos de la narradora mexicana.

Anamari Gomís, autora de 'El otro Jardín del Edén'. (Foto: Salvador Castañeda)
Eduardo Cerdán
Ciudad de México /

Mientras narra una historia, Anamari Gomís hace un acucioso trabajo con el idioma. No estamos ante una escritora de cuyas ficciones se pueda decir aquel estribillo vacío: “el lenguaje es el protagonista”, pero —ya instalados en los lugares comunes— sí se podría afirmar que sus historias “se leen de una sentada”, “te atrapan y no te sueltan”. Ese logro suyo —esa “escritura fresca y fluida” a la que alude Mónica Lavín, esa “gracia” que dice Ana García Bergua— opera a través del estilo. No hay pirotecnia verbal, pero en Anamari Gomís el estilo lo es todo, permea todo. Y aun sin grandes sobresaltos argumentales, las epifanías están ahí, subrepticias, envueltas en una aparente levedad.

Eso es lo que encontramos en su libro de cuentos más reciente: El otro jardín del Edén (2019). Si no fuera por el trabajo estilístico, resultaría difícil fascinarnos con la vida de un arquitecto inmerso en la muy cliché crisis de la mediana edad, o con la rutina aburrida de una fisioterapeuta que —casada con un gringo emocionalmente desidioso— vive en una fría ciudad de Minnesota. Pero Gomís les insufla vida a esos personajes insípidos: a través de la atmósfera de “El otro jardín del Edén”, nos mueve a inquietarnos por el pobre Arqui que quiere, middle-aged de libro, acostarse con una mujer más joven; y con el discurso pocho de la narradora de “Tortugario” —que dice más mediante lo que oculta—, la cuentista vuelve atractivo ese microcosmos lleno de vaho y momentos anticlimáticos.

Hay también, en este libro, un interesante retrato de época: ahí están las dos familias que en “Polvo de luna” ven el alunizaje en medio de una ronda de vacunas antirrábicas y, por supuesto, “Las Ondinas”, un grupo de adolescentes ñoñas que en los sesenta viven una fársica iniciación en el erotismo. Los mecanismos de la ficción están absolutamente expuestos en “El coche negro”, cuento que recrea lo que pudo pasar cuando —en la España de 1939— un hombre identificó dentro de un auto al fiscal que lo había mandado a la cárcel: el padre de Gomís, quien se asume como narradora y demiurga. El yo también se impone en “El perro del Periférico”, la tentativa de enderezar un entuerto, y en “Villa de Leyva”, que entre otros asuntos trata el encuentro con una mujer extravagante durante la filmación de una telenovela en Colombia.

Aunque menos carnavalesco que en otros títulos suyos —como la novela La vida por un imperio—, el sentido del humor que caracteriza a Gomís rezuma por estos cuentos. Más contenido, a lo mejor, como el género mismo. A 25 años de su anterior libro de relatos, los temas de la autora permanecen: el cuerpo, la memoria, los pequeños acontecimientos en el marco de los grandes hechos… Y a todo ello se suma una reflexión aguda sobre los inicios de la vejez. Porque en este Edén torcido, donde nada es como debería, resulta evidente que varios personajes —como la misma Gomís, que así lo declara en su semblanza— temen “el paso inexorable del tiempo y que la luna se aleje poco a poco de la Tierra”.


Eduardo Cerdán (Xalapa, 1995) es narrador, editor y docente en la UNAM. Colaborador de varios suplementos, revistas y antologías, es autor del libro de cuentos Pasos en la casa vacía (2019).

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