Antropotecnologisismo

Cuento Corto

¿Una familia preocupada por la seguridad o un montón de locos?, los Vázquez cultivan una manera de colocar sus electrodomésticos muy extraña

¿Seguridad o locura?, prevenir hasta el punto de transformar todas tus costumbres a causa del miedo ¿es vivir con libertad?
Laberinto
Ciudad de México /

Antonio Velázquez 


La familia Vázquez es peculiar, todos sus electrodomésticos tiende a atornillar ¿por qué harían una cosa tan curiosa usted se preguntara? No, no que es augurarán un súbito fallo en la ley de gravedad, no es que pensaran que el mundo de pronto dejaría de girar. Son creyentes, devotos creyentes, de que los muebles un día tendrán vida y todas las horas de trabajo se cobrarán.

Antropotecnologismo, le dicen ellos.

Refrigerador, horno, televisor; y demás herramientas domesticas, en casa de los Vázquez permanecen atornilladas, con gran minuciosidad y cuidado, grandes cadenas rodean la nevera y la lavadora, el horno y hasta la maquina para el cabello de la señora. El miedo invade a la familia Vázquez al prensar que sus electrodomésticos un día con vida propia comiencen a cazar, a cobrarse todos los años de servicio sin paga, todos los años a marcha forzada, la plancha dos o tres veces a la semana, el refrigerador todas sus horas en guardia; el sillón abatible (con tres velocidades de vibración) haría pagar las largas horas aguantando todo el peso del gordo señor espectador.

Los vecinos se burlaban de ellos, opinaban cuando visitaban su casa:

 – pobres tontos, qué locos están –

Hasta que un buen día, la vida, como tómbola que es, una vuelta más dio y todos los electrodomésticos escaparon de los grandes almacenes dispuestos a matar. Pantallas gigantes de 4, 8 y 16 K; enormes, tamaño pared, tamaño estudio, onduladas, panorámicas, con dientes tan afilados como tóxicos por los químicos del plasma, de 72, de 86, de cientos de pulgadas (entre más grande, más fuerte la condenada), hornos, planchas, sierras de pan, lavadoras, estéreos, cocinas, refrigeradores todos con sed de sangre, todos con sed de venganza.


Grandes lavadoras cuadradas se balanceaban sobre la avenida chorreando una extraña mezcla de sangre y jabón quitamanchas, los refrigeradores más modernos lanzaban hielo en forma de cuchillos y devoraban a todos los vecinos, una pandilla de hornos destripaban niños con sus dientes de vidrio y luego los cocinan en sabrosos y complicados guisos, las cocinas, tan modernas, hicieron sushi con enfermeras solteras. Grupos de televisiones hicieron un circulo sentados sobre hombres gordos (entre más gordo, más cómodo) para mirar peleas de box organizadas en vivo y las planchas, ¡oh las planchas!, vaya que se divirtieron saltando sobre la carne al rojo vivo!


Mientras, en casa de los Vázquez, todo es felicidad, sus muebles esclavos amaestrados están, atornillados, sumisos y controlados, sirven día a día para ello que fueron diseñados, sin saber de revueltas, venganzas o instintos asesinos, sólo en aquel lugar, todo es tranquilidad.
.
.
.


LAS MÁS VISTAS