Mi hermana Ali evoca los años en que Lucero Isaac los llevaba a ella y a mi hermano Jordi a pasear con su hijo Claudio, pues Alberto Isaac, su esposo, era muy amigo de mi padre, Emilio García Riera. De hecho, casi todos los miembros de Nuevo Cine fueron y han sido un poco tíos nuestros, talentosísimos, inteligentes y fiesteros.
Lucero era divertidísima, me cuenta Ali y no lo dudo. Yo era muy chica, pero recuerdo que en casa se hablaba de Lucero con admiración: sus atuendos rompedores que mezclaban la ropa eclesiástica con la minifalda, su humor, lo bien que bailaba, lo graciosa que salió disfrazada de niña en una obra de Gurrola. Era una mujer distinta a todas las que podíamos conocer en esos años sesenta, libre, alegre, talentosa y gran creadora.
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Ahora, gracias al espléndido libro de Elisa Lozano, Lucero Isaac, mujer de todos los espacios, me entero de que a los 17 años, Lucero se fue a San Francisco para proponerle al jazzista Calt Jader, a quien admiraba, ser la bailarina de su banda, nada más para demostrarle a Alberto que ella lograba lo que se propusiera. Y me imagino a Alberto, con su puro y su porte de nadador —“la flecha de Colima”, le decían— poniéndose nervioso. Pues tan buena bailarina era, que Jader aceptó y Lucero aparece en varias de sus portadas.
Bailarina, diseñadora, modelo, guionista, artista plástica, a Lucero Isaac nada la detuvo. Siempre he creído que los directores de arte en el cine tienen un poco de novelistas: con los espacios, los trajes, la utilería, le dan forma a la historia de los personajes y sus emociones, completan aquello que los actores, de manera inevitable, expresarán sólo en parte sobre sus vidas. Creadora de imagen —podríamos decir, después de leer los testimonios, que Lucero “hizo” a José José, incluso bautizándolo con su nombre repetido, y vistió a Angélica María—, Lucero Isaac fue la primera directora de arte del cine mexicano con la película En este pueblo no hay ladrones, de Alberto Isaac. Mujeres hubo en la escenografía y la ambientación, pero el cine, con su demanda colosal de espacios, tomas y detalles, es otra cosa. Colaboraría con Isaac, pero también con Ripstein, con Buñuel, Hermosillo, y muchos otros, y también ha sido guionista. Por si fuera poco, es una inquietante creadora de esculturas de arte objeto, amiga de Adolfo Best Maugard y Leonora Carrington.
¡Cuántas cosas no supe de Lucero en todos estos años y qué historia maravillosa la suya, qué admirable! Veo el libro y pienso en aquellos años que le dieron a mi infancia una especie de alegría farandulera. De no haber sido tan chica, me hubiera fijado más y quizá hubiera pensado: de grande seré como Lucero Isaac.
AQ