Aquellos años veinte | Por Ana García Bergua

Husos y costumbres | Nuestras columnistas

Las complejidades más fascinantes de la historia se encuentran esperando el talento e intuición que sea capaz de contarlas y hacerles justicia.

Volker Bruch como el inspector Gereon Rath en 'Babylon Berlin'. (Sky 1)
Ana García Bergua
Ciudad de México /

En los últimos meses hemos estado encandilados en la casa con una serie alemana que han pasado por cable: Babylon Berlin. Aborda con una especie de sabia desvergüenza el ambiente berlinés durante la República de Weimar en los años veinte, la década previa al surgimiento del nazismo. Es una serie policial pero también política. Un homenaje al teatro de Brecht, a Kafka, el cine de Murnau y de Fritz Lang, con todo y sus personajes atormentados, donde no hay puros: los comunistas arman desmanes y la policía de la ciudad los reprime y asesina, pero a su vez lucha contra la amenaza de la rebelión de un grupo de militares nacionalistas que odian a los judíos. Hay periodistas que publican los planes del ejército y nacionalsocialistas que destruyen periódicos, grupos de gángsters que se matan entre sí y financian películas —además de dirigir un cabaret, el célebre Moka Efti—, hay nobles rusos exiliados y millonarios que especularán con la bolsa, e historias de amor conmovedoras. Junto a la alegría desbordada del baile y el arte vanguardista, la pobreza de la ciudad es atroz: las mujeres se venden y los niños padecen una miseria inhumana; la sordidez está retratada sin cortapisas ni melodrama, y también la solidaridad. Se vive el auge del psicoanálisis, la hipnosis y las drogas para aliviar los traumas de los soldados vencidos y muchos de ellos mutilados en la Primera Guerra Mundial, el rencor de la derrota, la aspiración nacionalista surgida del resentimiento y la sombra ominosa del nazismo llenando los huecos, el huevo de la serpiente de que hablaba Bergman en su película de 1977.

Lo más impresionante es cómo toda esta complejidad se alcanza a observar en un tapiz sabiamente dosificado por la trama policiaca. Las actuaciones y en especial el trabajo de arte son magistrales; la música, las películas escenificadas, todo remite a ese arte expresionista extraordinario con vueltas de tuerca muy inteligentes. Las plataformas no la pasan en México, es una desgracia, pero mientras pasó por cable estuvimos encandilados. ¿Cuándo podremos ver nuestra historia representada así, sin concesiones al melodrama y con atrevimiento estético? ¿Qué productor se lanzará a conseguir muchos fondos para realizar unos años veinte mexicanos con su banda del automóvil gris, con guerra cristera, obregonistas, callistas y asesinatos de Huitzilac, una ciudad de México que despierta al nuevo siglo con la radio y el cine, artistas vanguardistas y nacionalistas, y facciones poniéndose de acuerdo para formar aquel partido único con rey sexenal? ¿Se imaginan? Sería realmente apasionante, pero sólo bien hecho, desde luego, no sólo con dinero sino muchísimo talento e intuición.

​AQ

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