Artesanos: entre la destreza y el carácter

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El sociólogo Richard Sennett explora la historia del trabajo artesanal para mostrarlo como una herramienta para la libertad frente a la rigidez de la vida moderna.

Los oficios de artesano son milenarios y exigen un tributo a la tradición y a la transmisión cara a cara de saberes. (Cortesía: Anagrama)
Armando González Torres
Ciudad de México /

La moderna división del trabajo establece una brecha entre la labor intelectual y la manual, entre el artista y el artesano. Sin embargo, cualquiera que sea practicante o aficionado serio a algún arte, sabe que no hay auténtico artista sin un artesano afanoso. De hecho, para sus críticos (desde Ruskin hasta Ortega y Gasset), una de las razones de la decadencia de cierto arte moderno radica en su desvinculación con la formación y la ética artesanal y su conversión en una carrera por la excepcionalidad y el prestigio individual.

El artesano (Anagrama, 2009) del versátil sociólogo Richard Sennett es un análisis de la actividad y la personalidad artesanal a lo largo de la historia. Al hablarse del artesano, dice el autor, parece aludirse a una forma de producción, ampliamente rebasada por las revoluciones industrial y digital. Sin embargo, la figura del artesano no designa únicamente al trabajo manual, sino a muchos oficios y profesiones (el científico, el médico, el ejecutante musical o el artista) que realizan un trabajo integral basado en habilidades específicas las cuales aunque ahora pueden comenzar a adquirirse en la enseñanza formal, sólo se perfeccionan después del más arduo entrenamiento práctico.

Los oficios de artesano son milenarios y exigen un tributo a la tradición y a la transmisión cara a cara de saberes. El artesanado implica obediencia e imitación, pero también autonomía, y es un trabajo útil y, a la vez, expresivo que se caracteriza por la curiosidad, pericia y placer con que se manipula un material (el vidrio, el metal, el tabique, un instrumento musical o las palabras). El artesanado implica desplegar destrezas prácticas, pero también rasgos de carácter (la dignidad, la independencia y los códigos de honor de los antiguos gremios) y un estado de conciencia muy parecido al tan mentado mindfulness, que se entiende como un flujo gozoso de plena libertad y concentración. En suma, el artesano tiene una forma inconfundible de encarar el trabajo y la materia que difiere de las maneras a menudo enajenantes de la época contemporánea.

Con todo, la vida moderna se caracteriza por poner obstáculos a las formas de autorrealización artesanal, los cuales van desde la fragmentación y burocratización de los procesos laborales hasta la manera en que la tecnología o la rigidez académica despersonalizan el aprendizaje práctico. Tanto la visión panorámica del artesano, como su sentido de responsabilidad y su gusto por la libertad, lo vuelven un habitante atípico de la sociedad de masas, caracterizada por su sujeción inercial a todo tipo de abstracciones. En este sentido, el trabajo útil y creativo tiene un vínculo cercano con el razonamiento libre y práctico y con la resistencia a la servidumbre. Como un poeta de la observación social, y no sin algún idealismo, Sennett introduce al lector en la función histórica del artesano, pero también en su fisiología, en sus formas profundas de percepción y en su manera de conciliarse con el mundo.


​AQ

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