Asomarse al interior

Husos y costumbres

La historia de nuestros cuerpos a menudo está contada en película radiológica.

Las radiografías son como las fotos de aquellos parientes muy lejanos a los que vemos de vez en cuando. (Ilustración: Simón Serrano)
Ana García Bergua
Ciudad de México /

Abro el cajón en el que guardo las radiografías y ante mí se revela la historia de nuestros cuerpos: el hueso roto de la mano, los cuellos, espaldas, estómagos y pulmones escudriñados a lo largo de los años, retratos de paisajes interiores que han ido cambiando al paso del ánimo y la vida.

Se siente un morbo raro al mirar esas imágenes guardadas durante tanto tiempo: ¿seguirá igual el riñón, no se habrá empequeñecido? Y las cervicales, que el médico me dijo estaban bien aquella vez, ¿no me jugarán alguna mala pasada? Los senos se escudriñan anualmente, no vaya a ser. Así de vez en cuando descorremos las cortinas y dejamos que en los laboratorios les echen esa luz un poco fantasmal para descubrir la vida secreta del cuerpo que va escribiendo nuestro destino, ese misterio que nos acompaña y cuya traición tememos. Pero sólo cuando se necesita: las radiografías son como las fotos de aquellos parientes muy lejanos a los que vemos de vez en cuando; reconocemos en ellos un fondo común profundo, pero de alguna manera, en especial si los vemos poco, vivimos en dimensiones y mundos distintos.

Las radiografías son nuestras fotos más pornográficas. Eso lo vio Thomas Mann cuando en La montaña mágica Hans Castorp se emociona con la radiografía pectoral de Madame Chauchat, la que será su amante. Los dos incluso intercambian pequeñas imágenes de rayos X que llevan en sus carteras, los pulmones señalados por la tuberculosis como una especie de herida de amor, el fondo del cuerpo y el alma unidos.

Sería que las radiografías, con ese aspecto fantasmal de paredes de luz que superponen y se transparentan, tienen cierta semejanza con las fotos de las sesiones espiritistas del siglo antepasado. El alma tiene que ser en blanco y negro o no es alma, y elevarse al éter como una especie de humo translúcido, tal como aparecía en aquellas fotos. Por eso, quizá, conservan esa impresión como de misterio arcano que sólo los médicos saben literalmente interpretar.

Sin embargo, los estudios modernísimos como las endoscopías son ya tan precisos, tan vívidos, que dan la impresión de descubrir a los órganos en falta, deslumbrados ante la linterna de un policía. La vista de rayos X de Supermán era así: abría huecos en las paredes y descubría a los malvados como en escenas de cine, sus rayos X no tenían misterio.

Mejor regreso las radiografías a su cajón. Tendemos a olvidar nuestras descomposturas previas como quien anda en auto y no piensa en los choques que ha tenido antes, porque si no, no podríamos vivir. Quizá los zombies entregan al ser amado su herido corazón en radiografía; podría ser una manera eficaz, aunque terrorífica, de demostrar la pasión.

AQ

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