Querido mío, no caigas, no te exaltes. No hagas caso, deja de preguntar “¿y ahora qué dijo?” cada mañana. Son pullas lanzadas al mar, aire covidoso que se disuelve en el morado smog que ilumina el sol del amanecer.
Querido mío, olvida que existe: nuestra vida será como el tráiler aquel, lanzados sin conductor por la carretera en los próximos tres años, por lo menos. Nadie es responsable, no tiene caso. El piloto habla mirando por el retrovisor, hace tiempo que se bajó del camión y lanza discursos al pie de la carretera. Olvida las pullas, las histerias, gritos e insultos contra todo lo que le mueve alguna tripa. Deja descansar a tus tripas también, piensa en que la vida es amplia. Somos como aquellos hijos maltratados por alguien que ni siquiera es nuestro padre, hagámonos a la idea.
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Ahórrate la gran actuación que nos regala día con día: no contemples cómo se exalta, ataca, es atacado, sufre, se sacrifica, jura por los más altos ideales, lanza denuestos, premia y castiga. Esa exhibición tan poco saludable y casi impúdica del alma de un individuo en cadena nacional. Si al anterior parecía que lo vestían, lo maquillaban y le escribían los libretos para que se los aprendiera con todo y gestos, el actual es un surtidor de borradores que sus ayudantes y secretarios tienen que correr a enmendar o acomodar en la lógica de los planes preestablecidos, las relaciones internacionales o los acuerdos comerciales. Como raro personaje de la Comedia del Arte, un día es arlequino con su cachiporra, otro es el dottore con su labia y su hipocresía, luego es la Dama de las Camelias sufriendo en el lecho de la enfermedad.
Pero relajémonos, cerebro mío. Busquemos los empleos que quedan, juntémonos a toser con nuestros pocos pulmones y cubrebocas. Ni siquiera los actores profesionales tienen trabajo ahora, arrebatados por el drama del individuo y sus efectos colaterales. Sosiégate, cerebro mío, bailemos. Tan despierto que estabas, tan lleno de ingenio y rapidez. Hasta tu memoria era buena. ¿Y ahora? Agobiado y triste, oyes barbaridades como golpes. No hagas caso, mon ami, no te sientas como en aquel episodio de la Twilight Zone en la que un niño perverso condena a sus padres a vivir encerrados en la realidad de las caricaturas. Recuerda que este es el año de Joyce, Proust, Pasolini, Kerouack, como si no hubiera qué leer; ¡es incluso el centenario de Moliére, con Scaramouge y sus personajes tan parecidos a éste! Mejor abraza la incertidumbre, cerebro, aprende a vivir en ella como te contaron que dijo aquella terapeuta tan sabia. Abrázala y no la sueltes, recuerda que vamos en el tráiler aquel.
AQ