Aurelio Asiain es un personaje con una presencia discreta, pero determinante, en la vida cultural mexicana: durante alrededor de tres lustros fue editor de la revista Vuelta, de Octavio Paz y, en ese papel, participó de primera mano en la tempestuosa configuración de una de las agendas artísticas, culturales y políticas más ambiciosas, brillantes y polémicas que se han impulsado en Hispanoamérica.
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Asiain también dirigió la revista literaria Paréntesis, una apuesta editorial de efímera pero memorable existencia. Además de editor, Asiain es un artista, que ha cultivado la poesía, el ensayo, la fotografía y otras modalidades que caen en el terreno de lo inclasificable. La relativa brevedad de la obra de Asiain (que resulta atípica en una época en que se impulsa la maquila de títulos) se contrapesa con su concentración y su calidad. En ensayo, por ejemplo, ha reunido algunos de sus textos en Caracteres de imprenta un delicado catálogo de rarezas y afinidades y también ha escrito Octavio Paz en Japón, un documentado recuento de la estancia del escritor mexicano en esa nación. Igualmente, ha sido traductor de diversos poetas de lengua inglesa y francesa y, en particular, ha abierto un horizonte único con sus traducciones de poesía japonesa, país en el que se ha avecindado fecundamente desde hace cerca de dos décadas. En todas sus facetas, Asiain muestra paciencia, pulcritud y una pausada inspiración, que contrasta con la prisa actual por producir, publicar y figurar.
Su poesía es un paradigma de concisión que bordea entre la búsqueda de la revelación en lo mínimo y la tentación del silencio. Por un lado, su contención representa una conciencia crítica con respecto a las ambivalencias de la palabra y un respeto wittgensteniano en torno a la posibilidad de nombrar; por otro lado, este autor que con tanto tiento considera el lenguaje, posee una musicalidad nata (que ha educado esmeradamente) y una aguda mirada. Asiain practica un artesanado de la miniatura, que busca la precisión y la transparencia, tanto en el canto meticulosamente trabajado como en la imagen más depurada. Por eso, en sus libros recorre las más distintas posibilidades de la brevedad: ya sea el verso medido, habitualmente corto; el haiku; el aforismo o el juego de palabras. En la poesía de Asiain escasean las abstracciones y sus poemas remiten a escenas y situaciones concretas, que expresan una serena melancolía ante la fugacidad. Sus temas suelen ser los elementos del paisaje o determinados momentos irrepetibles de conversación y conexión humana, es decir, se trata de una poesía estrechamente ligada a la naturaleza, al cuerpo y a la percepción del instante. Así, frente a la obsesión de mucha poesía contemporánea por parecer “actual”, la escritura de Asiain transmite una sensación de atemporalidad y denota la loable voluntad de hacer de la escritura no sólo un refinado artefacto verbal, sino también una experiencia de contemplación, comunión y ascetismo.
AQ