Directora artística de la compañía Teatro de Babel y del festival DramaFest, Aurora Cano actúa en La fundamentalista, del finlandés Juha Jokela (Teatro del Bosque-Julio Castillo). A ella y a Luis de Tavira los dirige Ignacio García, trotamundos madrileño. Cano estudió actuación y dirección en la Ciudad de México, Londres y Cambridge; también fue cantante del grupo Aurora y la Academia. Hoy juega ping-pong con Laberinto.
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—¿Qué es el teatro?
Un espejo del comportamiento humano.
—¿Para qué sirve?
Para reflexionar.
—¿Qué significa actuar con Luis de Tavira?
Un regalo del destino.
—Ignacio García en una frase.
El director más empático e ilustrado con el que he trabajado.
—¿Qué te deja La fundamentalista?
Comprender a quien piensa diferente.
—¿Agnóstica gracias a Dios?
Gracias a la información científica.
—¿En qué terreno sí eres fundamentalista?
En el compromiso con lo que amo profesional y afectivamente.
—¿Qué aprendiste en las escuelas inglesas?
Técnicas y pensamiento crítico.
—¿Y en la calle?
A comer delicioso.
—Algo que no se pueda enseñar en una escuela de teatro.
A vivir.
—¿Shakespeare ya lo dijo todo?
Casi.
—Obra favorita del “Cisne de Avon”.
La tragedia del rey de Escocia cuyo título no debe decirse.
—¿No le falta escándalo a la cartelera?
Le falta diversidad de pensamiento.
—Dos dramaturgos mexicanos vivos.
Conchi León y David Gaitán.
—Y uno fallecido.
Héctor Mendoza.
—¿Paráfrasis es igual a plagio?
No. Es homenaje y reinterpretación.
—El aporte fundamental de DramaFest.
Poder ver en escena la nueva escritura.
—Dos libros en una isla desierta.
Los que estoy leyendo: Sapiens, de Yuval Noah Harari; y Middlemarch, de George Eliot.
—Y dos discos.
Variaciones Goldberg, de Bach, y uno de éxitos de José Alfredo Jiménez.
—Madonna o Björk.
Björk.
—Una canción de Aurora y la Academia.
“El desierto”.
—Un momento inolvidable como cantante.
Toda la grabación del primer disco en Nueva York.
—Una canción de Fobia y una de Moderatto, grupos donde toca tu hermano Iñaki.
De Fobia, “El crucifijo”. De Moderatto, “No hay otra manera”.
—¿Qué te dice tu bonito nombre?
Una paradoja, porque siempre estoy dormida a esa hora.
—El día más feliz de tu vida.
Cuando nació mi hijo, sin duda.
—Y el más triste.
Cuando murió mi padre.
—Una lección de la pandemia.
Carpe diem. Vivir el momento.
—¿De qué serías capaz por amor?
De casi cualquier cosa.
—Música para tus últimos minutos de vida.
“Dios nunca muere”, de Macedonio Alcalá.
—Tu epitafio.
“Siempre puede ser peor”.
AQ