Algo de crónica, una pizca de ensayo y grandes dosis de autobiografía: esa es la fórmula que sigue Aviones sobrevolando un monstruo (Anagrama), nueve textos concebidos para mayor satisfacción del autor que de sus probables lectores.
Adelanto un ejemplo: “La orgía nefasta”. Después de referir su admiración por Georges Bataille en la época temprana en que estudiaba en la Universidad Complutense, Daniel Saldaña París trae de vuelta “una historia que he contado demasiadas veces […], y ya no tengo ánimos para regodearme en ella”. Muy bien, algunos estamos hartos del regodeo… y, sin embargo, y como si respondiera a una personalidad dividida, ofrece su historia, sin dejar de regodearse ni de ofrecer detalles, los mismos en los que, por cierto, no se quería “detener”. Curiosa manera de presentarse como un escritor impaciente por recrearse a sí mismo, una vez que descubrió que la ficción puede quedarse corta frente a la realidad.
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Así que, a excepción de “Un invierno bajo tierra”, el relato camaleónico —y, en más de un sentido, aterrador— del descenso a los paraísos artificiales prometidos por la morfina, combinado con el trazo de Montreal como santuario de quienes perdieron la batalla contra la adicción, todo en Aviones sobrevolando un monstruo se reduce a un Yo perplejo, e incluso receloso de sus propias vivencias, aunque, y sobre todo, con demasiada inclinación a mirarse en el espejo. Vemos entonces a Saldaña París sufriendo el paso cercano de los aviones en un departamento de la colonia Narvarte, practicando la cetrería al lado de un extraño oficiante, ascendiendo el cerro de Tepeite, envuelto en el silencio de una ciudad donde todo es nieve y gente acolchada, volviendo a su infancia en Cuernavaca o narrando los vaivenes de su biblioteca personal, y, muy a cuentagotas, teniendo iluminaciones como esta: “conversión y conversación confluyen ahí donde los peregrinos se sientan a compartir el agua”.
¿Por qué Daniel Saldaña París, un escritor con no pocos dones ensayísticos, ha entregado un libro en el que se complace únicamente en mirar absorto su propio ombligo? ¿Por qué ha dado la espalda a sus iluminaciones? Más que una respuesta, arriesgo una sospecha: es otra víctima de esa moda infame que celebra las experiencias íntimas y desdeña las vidas ajenas.
Aviones sobrevolando un monstruo
Daniel Saldaña | París | Anagrama | España | 2021
AQ