A su paso por México en septiembre de 1963, ¿Lee Harvey Oswald entró ciertamente en contacto con los servicios de espionaje de la embajada de Cuba y con grupos radicales patrocinados por la amenaza comunista? ¿Qué tanta certidumbre debemos atribuir a los crímenes perpetrados por la Mara Salvatrucha en las carreteras desoladas durante octubre de 2005, un episodio al que el imaginario popular bautizó como “Luces Apagadas”? ¿Y cuánto de verdad hay en la existencia de bandas delincuenciales que asaltaban a sus víctimas en estacionamientos y centros comerciales tras hacerles inhalar un derivado de la escopolamina —burundanga, en el metaverso colombiano—, el pasaje más seguro hacia el estado zombi? Qué son, qué representan: brillantes construcciones narrativas erigidas sobre la base del rumor, la falsedad de declaraciones, la incompetencia, el juego de espejos y aun la mala fe.
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Estos son los casos que Gonzalo Soltero desmonta con rigor académico, meticulosidad y virtuosismo estilístico en Bad hombres (Festina/ UAM), un ensayo que, no obstante sus deudas con la antropología, la sociología, la psicología y la historia de las mentalidades, no oculta su fascinación por el don para contar historias. Pues las teorías de la conspiración (Oswald y el asesinato de John F. Kennedy) y las leyendas urbanas, dice Soltero, son una reacción ante el declive y riesgo, y, sobre todo, provocan, como lo harían La metamorfosis de Kafka o Satán en Goray de Isaac Bashevis Singer, una alta suspensión de la incredulidad.
Haciendo a un lado los usos políticos y económicos de la mentira difundida como verdad, me interesa, por vocación o debilidad de lector de ficciones, el poder fabulador de esas historias y su trama de ambigüedades, líneas de sombra, seducción y artificio. No son literatura, por supuesto, pero operan con algunos de sus mejores atributos, no importa si se transmiten de boca en boca, por correo electrónico o medios periodísticos, o si nacieron en la vigilia de un espía o un informante anónimo.
Bad hombres conduce por muchos caminos. Por momentos, creemos habitar una novela de John Le Carré; en otros, nos sentimos transportados a las fantasmagorías de Rodolfo Wilcock o a una paradoja policial de Chesterton. Nuestra extrañeza proviene de la sensación de estar en presencia del mundo real.
Bad hombres
Gonzalo Soltero | Festina/UAM | México | 2022
AQ