El ‘Banksy no autorizado’ visita Madrid

Artes

Banksy es, quizá, el artista urbano más global, pero una contrariedad lo rodea, pues su espíritu contestatario padece también la seducción de los mercados.

'BANKSY. The Street is a Canvas', en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. (Foto: EFE)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

Ve en los muros de la calle el lugar de las posibilidades y, envuelto el misterio, plasma ahí su arte. Así, sin necesidad de estar en las galerías, interpela directamente al transeúnte. Bajo un seudónimo, además, cuestiona las políticas culturales, la misión de los museos y pone en tela de juicio al mercado. La verdad es que son pocos quienes han visto sus grafitis en la calle. La mayoría los conocemos a través de las fotografías que ofrecen la prensa y las redes sociales. También gracias a algunas exposiciones. Pero, si al arte callejero se le encierra en una galería o en un museo, ¿no se le “desactiva”?

Banksy, quizá el artista urbano más global, ha hecho de su trabajo, de su activismo y de sus contradicciones un modo de vida y una estrategia para atraer a todo tipo de público. Sus fans le agradecen “sacudir al sistema” con sus acciones pictóricas, los medios fomentan (fomentamos) su notoriedad y sus detractores afirman que sólo hace vandalismo y se dirige al populacho que no entiende de arte.

Sobre su identidad se sabe poco y se supone mucho. Se sabe que es un británico (de Bristol) que se unió al ‘boom del aerosol’ a finales de los años 80 del siglo pasado, que se especializa en la sátira sociocultural pop, que utiliza plantillas y letreros, que sus obras saltaron a la fama desde Londres pero ha dejado huella en varios países más y que lo fotografiaron por primera vez en el 2001 en Chiapas (mientras pintaba la pared de una casa zapatista), que The Guardian logró entrevistarlo en 2003 y contó que dejó de estudiar en la adolescencia y estuvo encerrado en un par de Centros de Menores por “delitos propios de un crío rebelde” y que el anonimato es algo esencial para él, pues grafitear es una actividad ilegal.

Se supone que su nombre es Robin o Robert o Jamie o Paul, que es el vocalista de una banda de rock (y aprovecha sus giras internacionales para pintar en varias ciudades del mundo) o que es el presentador de un programa sobre arte en la televisión británica. Quién sabe. Lo cierto es que ya lleva varios libros publicados con fotografías de sus trabajos, que en 2010 hizo un documental muy divertido y multipremiado acerca de sus colegas de oficio, que ha logrado colarse en varios museos del mundo para colgar alguna de sus obras al lado de “los consagrados”, que sólo “ha sido visto” en un capítulo de Los Simpson y que con el paso de los años, entre pintada y pintada, lo han convertido (y él se ha dejado) en una entidad-identidad corporativa. Es decir: Banksy ha fracasado en su intento de ser un underground porque no ha podido derrotar al mercado. Al contrario: ha sido absorbido por él.

'BANKSY. The Street is a Canvas' estará abierta hasta el próximo mes de mayo. (Foto: EFE)

Ya van varias exposiciones retrospectivas que se han hecho sobre su obra, supuestamente ajenas a él y por eso suelen anunciarse como “no autorizadas”. La más reciente se ha inaugurado hace unos días en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y, en medio de la pandemia, estará abierta al público hasta el próximo mes de mayo. Así que ahí está Banksy, abriendo de nuevo el debate: por un lado, el derecho a mercantilizar el arte urbano y, por el otro, hacerlo con una acción que critica precisamente eso.

Una envolvente instalación multimedia da la bienvenida al visitante que, a través de un video, descubre pistas sobre el misterioso artista, las piezas más importantes de su trayectoria y su paso por diferentes ciudades del mundo. Después están 18 piezas “únicas” (no reproducidas) y 50 serigrafías, provenientes de de diferentes coleccionistas privados y en diferentes soportes: óleo o acrílico sobre lienzo, spray sobre lienzo y madera, serigrafías, esténciles sobre metal u hormigón, esculturas, instalaciones, videos y fotografías.

Ahí están la Niña con globo o El amor está en el aire, con la que el artista quiere lanzar un mensaje de que los cambios se han de alcanzar por medios pacíficos, ¿o sólo quiere decir que luchar contra el sistema capitalista es como tirar flores?, Cristo con bolsas de compras, una sátira del día de Navidad, Niña con paraguas, acerca del desastre del huracán Katrina y de cómo los medios que utiliza a la humanidad para protegerse a veces traen consigo desastres devastadores. O la maleta con los billetes de la Princesa Diana. Falta, entre otras cosas, el reciente homenaje que, en lo más duro de la pandemia, le hizo al personal sanitario que combate al virus en primera línea: un niño que ha puesto a los superhéroes de siempre (Batman, El Hombre Araña…) en el bote de la basura y los ha sustituido por una enfermera súper poderosa.

No obstante, el recorrido invita a reflexionar acerca del consumismo (“el mundo no cambiará hasta que el capitalismo no caiga. Mientras tanto, lo mejor es que nos vayamos de compras a consolarnos”), el poder, la riqueza, la pobreza, la guerra, los animales o la policía. Todo ello con el lenguaje irónico y lleno de humor que caracteriza a este artista que ha hecho de los muros de la calle un lienzo.

“La idea es que cada visitante de esta exposición pueda resolver por sí mismo quién es realmente Banksy: ¿un genio o un gamberro?, ¿un artista o un empresario?, ¿un provocador o un rebelde? Su trabajo, siempre actual y muy completo, profundiza en el alma de cada uno de nosotros. Supongo que todo esto lo convierte en un genio”, señala el ruso Alexander Nachkebiya, curador de la muestra, “experto en Banksy” y empresario del arte. Haberse resistido al sistema hizo de Banksy un artista irresistible. Por eso ahora varias galerías y museos han encontrado en él su “tabla de salvación”.

AQ

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