Para el tenor franco-suizo Benjamin Bernheim (París, 1985) la historia de Roméo et Juliette desafía el tiempo y el espacio, a tal grado que considera que en la actualidad hay dramas semejantes en lugares en guerra, como entre Rusia y Ucrania o entre los israelíes y palestinos. E incluso cree que si hubiera gente en la Luna o Marte, también podría desarrollarse una historia igual. Pero el amor siempre impera.
“Cuando un chico y una chica se miran por primera vez y se enamoran, ya no existe ninguno de estos conflictos. Sólo ellos y su amor existen”, afirma Bernheim en entrevista exclusiva con Laberinto, a cuya voz los críticos la comparan con la de Luciano Pavarotti y a quien le gustaría cantar en México.
Artista de la Deutsche Grammophon, hace una década decidió empezar a cantar el repertorio operístico en su lengua, el francés; el tenor parisino ya se había estrenado en el rol de Roméo en Zurich (2023) y tiene en su carrera varios protagónicos en obras de compositores de su país, como en Faust, también de Gounod; Manon y Werther, de Jules Massenet; o Les contes d’Hoffmann, de Jacques Offenbach.
Después de una cancelación en 2020 por la pandemia, el cantante debuta en Nueva York su Roméo et Juliette, de Charles Gounod, con la soprano Nadine Sierra en el coprotagónico y con la mezzosoprano Samantha Hankey como su paje Stéphano, en la producción de Bartlett Sher para la Metropolitan Opera House (MetOpera), que transmitirá en vivo este sábado 23 de marzo la función a todo el mundo.
Bernheim debutó en ese escenario en 2022 como el Duque de Mantua en Rigoletto y ha llevado su arte a las mayores casas de ópera del mundo; hasta en una nave espacial y en la Luna ha cantado, como su Rodolfo de la polémica producción de La Bohème de Claus Guth con la Opéra National de Paris en 2017, con Nicole Car (Mimí) y Aida Garifullina (Musetta), bajo la batuta de Gustavo Dudamel.
Roméo et Juliette podrá verse en transmisión en vivo desde Nueva York en el Auditorio Nacional, Conjunto Santander y salas comerciales de varias ciudades de México, el sábado 23 de marzo, 11:00 horas. Para Bernheim, es una oportunidad para él y para Nadine Sierra de llevar su talento a públicos diversos.
Basada en la tragedia homónima de William Shakespeare, la ópera con un prólogo y cinco actos de Gounod, con libreto de Jules Barbier y Michel Carré, se estrenó en París en 1867; cuenta la historia de amor entre dos jóvenes cuyas familias, los Montesco y los Capuleto, están en conflicto en Verona.
Completan el elenco del montaje de Sher: Will Liverman, Frederick Ballentine, Alfred Walker y Eve Gigliotti, bajo la batuta de Yannick Nézet-Séguin, director artístico de la Metropolitan Opera House.
¿Cómo se siente cantando en su idioma materno en la MetOpera? ¿Es mejor cantar una ópera francesa cuando la lengua materna es el francés?
Al principio no me gustaba cantar en francés. Prefería italiano y alemán porque eran idiomas más sencillos, con menos reglas; en el francés hay muchas nasales, vocales que no existen en otros idiomas, y para cantarlas necesitaba estar más cómodo. Apenas hace 10 o 15 años comencé a disfrutar mucho cantar en francés, porque ya tenía más control sobre mi voz y mi técnica para poder cantar francés como quiero cantar francés. Desde mi punto de vista sobre el repertorio francés, tal como está escrito por Bizet, Gounod, Massenet o Saint-Saëns, la elegancia del sonido, la elegancia de la línea, es lo principal y lo más importante para mí. Lo que llamamos legato en italiano –y en italiano también es muy importante si cantas a Verdi o Puccini–, en francés no es una lengua fácil para hacer, porque se interponen muchas consonantes y vocales, es un trabajo duro. Para mí cantar en francés es tan difícil como cantar el ruso, por diferentes razones. Debo esforzarme mucho para cantar en un buen francés.
Ha trabajado en Europa con Claus Guth. ¿Qué opina de esta producción de Bartlett Sher de Roméo et Juliette? ¿Cómo se siente particularmente como Roméo en ella?
Es una producción muy hermosa de Bartlett Sher, muy clásica, lo que es muy refrescante, porque hoy en día se trabaja la mayor parte del tiempo en Europa, donde se encuentra la mayoría de los teatros de ópera, y ahí hacemos puestas en escena muy modernas o conceptuales. En el montaje de Bartlet Sher no estamos en el siglo XV (como en la obra de Shakespeare), sino en el XVII, pero sigue siendo en el contexto de una época histórica, por lo que es una sensación muy agradable estar con botas, con vestuario, en un contexto histórico en que ocurre el drama. Es muy refrescante, durante muchos años la gente quería puestas en escena refrescantes haciendo cosas modernas, pero ahora llegamos al punto de hacer una producción old fashion, de cierta manera, no pasada de moda, sino clásica. Eso es muy refrescante porque simplemente contamos la historia de Roméo et Juliette tal cual es.
Con las guerras actuales, las fronteras entre países cada vez más cerradas, con la violencia en las familias, con toda la información que recibe del otro lado del mundo cualquier persona ¿qué significa en el siglo XXI una historia de amor como la de Roméo et Juliette en su opinión?
Es la prueba de que esta historia de Roméo y Juliette es mundial y desafía el tiempo, porque dondequiera que vayas en el mundo, si vas a Japón, a Sudamérica, a África, a Europa, a América, si preguntas qué es la historia de Romeo y Julieta, creo que 90 por ciento de la gente podrá responderte. Es un amor imposible entre dos familias, se aman y al final mueren. En el mundo en el que vivimos es crucial recordar a la gente que los odios, los conflictos entre familias, entre personas, están destrozando a la humanidad, a las religiones y las familias, porque el amor imposible significa que no está permitido, que está prohibido. La historia de Roméo y Juliette llegó a la ópera de muchas maneras. Están I Capuleti e i Montecchi, de Vincenzo Bellini; Roméo et Juliette, de Gounod; Giulietta e Romeo, de Riccardo Zandonai; y una moderna, West Side Story, de Leonard Bernstein y Stephen Sondheim. Es una historia que puedes contar en todas partes. Si hubiera gente viviendo en la Luna o Marte o Júpiter, podríamos contar la historia de un Romeo y una Julieta de dos familias diferentes. Conozco a muchos colegas que vienen de lugares del mundo donde hay guerras y conflictos, y ciertamente hoy hay un Romeo y una Julieta entre Ucrania y Rusia; entre israelíes y palestinos; entre taiwaneses y chinos.
Es una historia interminable del amor que es más fuerte que las circunstancias. Y ha existido desde que existe el ser humano. Y existirá porque el amor siempre es más fuerte que la política, que las personas, que las religiones. Aunque al final la gente podría decidir morir, el amor es más fuerte. Y hoy hay un mensaje en Roméo et Juliette para recordar a la gente que va a la ópera, pero también a la que está en la política: que se puede tener cualquier conflicto, ya sea sobre un territorio o por religión, pero, al final, cuando un chico y una chica se miran por primera vez y se enamoran, ya no existe ninguno de estos conflictos; sólo ellos y su amor existen. Y esto es muy fuerte, porque se ve lo imposible que es para Julieta renunciar a su familia, a su apellido, elegir y seguir a un hombre prohibido, pero lo hará porque su corazón es más fuerte. Es lo mismo para Romeo. En nuestros días, este es el mensaje.
Debutó en la MetOpera como el Duque de Matua, un personaje totalmente opuesto a Roméo. El tenor Ramón Vargas me decía que no le gusta Il Duque, porque es muy aburrido. ¿Cómo encarnar a un seductor sin escrúpulos y también a un joven que es el símbolo del amor puro?
También para mí Il Duque di Mantova es muy aburrido en general; él es un hombre de poder. Cuando eres un hombre de poder, tienes que ser fuerte, demostrarlo, que eres más fuerte que cualquiera en tu corte; no puedes mostrar debilidades. Y lo que vemos en Il Duque es que esconde una personalidad secreta, la identidad de Gualtier Maldè, para vivir otra noche, para enamorarse, para mostrar debilidades. No digo que Il Duque sea una buena persona; sólo digo que los hombres de poder son como Il Duque di Mantova. Y lo vimos en Francia. No se si recuerda que hace unos años tuvimos un presidente que salía del Palacio del Eliseo con sus guardaespaldas para ver a sus amantes en privado. Eso me recuerda un poco a estos hombres de poder. Al final, Il Duque di Mantova es un hombre que se enamora cada dos semanas, aunque sí se enamora da Gilda, no tengo duda que tiene amor por dentro.
Sin duda, el amor de Roméo hacia Juliette es muy, muy diferente.
Roméo es muy diferente, porque es una persona bastante melancólica y nostálgica. Y en el momento en que ve a Juliette, su vida cambia. También (en la ópera) la música de Roméo cambia. Antes de conocer a Juliette canta algunas líneas, la mayoría son música menor, deprimida, triste. No quiere serlo, pero tampoco quiere salir de fiesta. No quiere estar con la gente. Él está triste. Y en el momento en que ve a Juliette, la música de Roméo se vuelve como el sol. Ella cambia su vida, su forma de cantar. Roméo es un adolescente puro que se enamora por primera vez, y de esta manera, porque esta chica va a cambiar su vida. Y a partir de ese momento, vemos a una joven Juliette sumamente madura, que comprende muy bien lo que significa enamorarse de un hombre, pero también enamorarse del enemigo de la familia. Cuando Roméo ya esté listo para dejar a su familia, se irá con ella pase lo que pase. Se va a casar con ella. Está obsesionado; sólo ve a Juliette en su corazón, en su mente, en su cuerpo.
Roméo es la versión pura del enamoramiento a primera vista. Y abandonarlo todo para ir con ella, matar, abandonar a su familia; que es lo que ella va a hacer: abandonar a su familia y su nombre. Y al final lo que vemos es que decide que no puede vivir sin Juliette. Toma un veneno porque la vida sin ella no puede tener el mismo sentido. Él se va a suicidar con veneno y ella se va a suicidar con un cuchillo. Entonces, ambos se dan cuenta de que este amor fuerte, fuerte, fuerte que tienen entre ellos, es más fuerte que la vida y la muerte. Y para mí es una diferencia. Ya sabes, el sacrificio que hace Gilda al final de Rigoletto también es un poco de este tipo de sacrificio femenino, porque su corazón es puro. Y vemos que en Roméo et Juliette, ambos corazones son totalmente puros y están dispuestos a morir el uno por el otro. Y están dispuestos a morir para no vivir el uno sin el otro. Esto es aún más importante.
¿Cuál es el desafío técnico-actoral para encarnar a un adolescente como Roméo?
Esto no es muy, muy simple. Está muy claro que tienes que encarnar a un hombre joven que no tiene un cuerpo viejo, que no tiene rodillas viejas, que no está cansado. Un joven mira hacia arriba, tiene muy buena postura, sus reacciones son muy impulsivas, muy jóvenes. Y para mí esto no es un gran problema. Es como el primer acto de Hoffmann con Olympia; es un hombre joven. O como la primera vez que Des Grieux se encuentra con Manon; es un joven con muchas esperanzas en el mundo, mucha luz en su corazón. Aunque Roméo antes siente un poco de nostalgia. Encarnar a una personaje joven no es tan difícil. Lo interesante es cómo se desarrolla el personaje, cómo Roméo se convierte cada vez más en un hombre al tomar la decisión de matar, de irse, de morir, se convierte en un hombre, que defiende sus decisiones. Físicamente sí cambia un poco del principio al final, porque en unos meses Roméo pasó de ser el jovencito dorado de la familia Montesco a alguien que mató; que hizo el amor por primera vez con una mujer; que está en el exilio y que está a punto de morir porque perdió a su amor. La forma en que se desarrolla el personaje durante la actuación es más bien la de la edad adulta para Roméo.
Nadine Sierra, su Juliette, lo entrevistó en los intermedios de la transmisión en vivo de La forza del destino, el pasado sábado 9 de marzo. Se veían muy bien juntos. ¿Cómo se siente compartir con ella la historia de la pareja de amantes más famosa de la historia?
Sí, así es. Con Nadine ha sido muy natural porque estamos en buena forma física; nos vemos lo suficientemente en forma para parecer jóvenes y ser jóvenes. Así que desarrollamos rápidamente este sentimiento de coqueteo que tienen Roméo y Juliette al principio, luego más amor, más apegos. No fue un trabajo difícil porque rápidamente nos conocimos en términos de ser actores en el escenario. Y así, aunque tuvimos muy pocos ensayos, después de uno o dos, encontramos nuestra dinámica de juventud, pero también de amor y lenguaje corporal. Ya sabes, es muy simple: ¿cuántas veces nos besamos? ¿nos acariciamos? ¿ponemos las manos en el pelo de otra persona? ¿nos tomamos de la mano? Todos estos pequeños símbolos que demuestran que nos sentimos cómodos estando juntos en el escenario. Y sí, es algo que tienes que construir con cada compañero diferente que tienes en el escenario para ver cuáles son los límites. ¿Hasta dónde llegas? ¿Serán un Roméo y una Juliette muy cercanos físicamente o son más distantes, pero con mucha ternura? Esto es algo que se desarrolla con el tiempo. Fue muy natural.
Pues con la transmisión en vivo de la MetOpera se verá esa historia juntos en todo el mundo. ¿Cuál ha sido su experiencia con las transmisiones en vivo?
Ya tuve experiencias con óperas en Europa, para la televisión o cines en Francia, con Manon o con Roméo et Juliette, que se transmitieron en Europa. Ahora con la MetOpera es otra escala, mucho más grande, porque va a Asia, Sudamérica, Europa, Medio Oriente. Es una gran oportunidad para mostrar al mundo nuestra identidad con Nadine y, por supuesto, para mí, ser conocido más allá de un teatro.
AQ