‘El camino del fuego’: la estampa folclórica de una historia demasiado conocida

Libros | A fuego lento

La novela de Celia del Palacio relata la caída de Tenochtitlan de una manera poco novedosa e innecesariamente edulcorada.

Portada de ‘El camino del fuego’, de Celia del Palacio. (Martínez Roca)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

La conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlan es una buena coartada para hacernos padecer una avalancha de las llamadas “novelas históricas”. Hay que prepararse y respirar hondo.

No a la vanguardia pero sí de modo paradigmático, El camino del fuego (Martínez Roca) ilustra esta infortunada sospecha. Tiene todo lo que el género en su versión mexicana ha exhibido hasta el cansancio: una fatigosa inmersión en las fuentes históricas, folclorismo a manos llenas, aliento didáctico, estilo aprendido en un taller de redacción, romance y, ya que el feminismo no deja de elevar sus proclamas, una heroína por encima de las circunstancias. La ficción descansa en la intervención de las divinidades a través del trance y los sueños.

La protagonista es una sacerdotisa y curandera totonaca, dada como esposa a un capitán del ejército español que marcha desde las costas de Veracruz hasta Tenochtitlan. De este modo, El camino del fuego describe la marcha de Cortés y las alianzas y los pactos, obtenidos a golpes de fuerza y traición, con los pueblos esclavizados por los mexicas. Esa historia es demasiado conocida. Para sortearla, y hacer llover menos sobre mojado, Celia del Palacio echa mano de la estampa folclórica.

Las batallas quedan en un esbozo, lo mismo que las ejecuciones y las sesiones de tortura, las intrigas y las reyertas, es decir, la guerra que significó la Conquista, pero los campos sembrados de maguey, amaranto y chiles; los collares de jade y obsidiana; los penachos señoriales confeccionados con plumas de quetzales y guacamayas; las sandalias de oro, con piedras preciosas entretejidas; en fin, la parafernalia que uno esperaría de un guía de turistas, ocupan un lugar de privilegio, casi como un servicio a quienes se asoman a la historia mexicana por primera vez.

El verdadero malestar proviene, sin embargo, de otra parte. ¿Por qué los personajes de nuestra novela histórica parecen oradores en la Gran Tribuna? ¿Por qué la grandilocuencia? ¿Por qué estas palabras, sólo una muestra entre tanto edulcoramiento?:

“El futuro está aquí y no es como lo esperábamos. Sobre estas piedras se construye un mundo nuevo; no debemos resistirnos”.

Por qué agregar más a lo que ya resulta demasiado.

El camino del fuego

Celia del Palacio | Martínez Roca | México | 2020

AQ | ÁSS

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