Yo, sobre todo

Libros | A fuego lento

En ‘El camino de la mano escrita’, Luis Bugarini se coloca como protagonista en un ensayo que se convierte en una serie de revelaciones personales.

Portada de ‘El camino de la mano escrita’, de Luis Bugarini. (Almuzara)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

En El camino de la mano escrita (Almuzara), Luis Bugarini ha elegido el ensayo para hablar de sí mismo; no, digamos, sobre los demás o el presente en llamas o el canibalismo o la observación de las aves, sino únicamente sobre lo que por ahí llama su “configuración” y, más adelante, “refundación”. Al ponerse como protagonista de sus reflexiones termina por ejercer ese género de la memoria llamada a cuentas que es la autoficción.

No tardamos en descubrir que Luis Bugarini es menos interesante que el autor de libros y artículos periodísticos. Por “El consuelo de la poesía”, el ensayo inaugural, sabemos que ha sufrido varios reveses amorosos, que “olvido la fecha en la que vivo” y no es difícil que se deprima de un día para otro (lo que quizás explicaría su idea de que la poesía tiene efectos curativos). Por “La escritura con el cuerpo” y “Los placeres mudos” sabemos de su gusto por la escritura a mano y el café, de un amago de paro cardiaco, que dejó de fumar y de hacer bicicleta y que “cada que estrenamos unos calcetines se ilumina nuestra mirada”. Son demasiadas revelaciones personales, y candorosamente innecesarias, arrojadas por el camino como si no bastara con su tantas veces mentado repudio a las ambiciones literarias.

Todo esto parece responder a cierto ánimo beligerante que se alimenta de ocurrencias bien expresadas o, al menos, articuladas, lo que halla acomodo en los textos finales: “Olvidarse de escribir” y “Contra la literatura”. Los títulos son elocuentes y suenan tan severos…, tan de va mi resto... Bugarini ocupa casi la mitad de El camino de la mano escrita en esbozar un método para desaprender la escritura literaria y en dejarse arrullar por el silencio. Vaya, pues, un mundo solo habitado por ese yo que escribe este libro y goza matando moscas.

Qué fiasco, y no se trata de la falta de argumentos, por más desenfadados que parezcan, ni del tono confesional, que se hace pasar por series de espasmos idealistas. Se trata del pecado mayor del ensayista: la indisposición absoluta para la ironía.

El camino de la mano escrita

Luis Bugarini | Almuzara | México, 2024

AQ

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