El argumento de El canto del pájaro ciego (Textofilia) tiene un atractivo no carente de espanto: un joven mexicano purga injustamente una condena a muerte por asesinato en una cárcel de Illinois. Mientras prepara su defensa, se convierte al islam (o al menos sigue sus enseñanzas), ejercita su cuerpo, estudia leyes por correspondencia y aprende a sobrevivir entre violadores, asesinos, maestros y aprendices de la violencia. Es inocente del cargo de asesinato pero no es un digno representante de la especie humana. En contra juega su carrera como ladrón de autos, vendedor de cocaína y pandillero.
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Antes que un fresco de la vida carcelaria, Bibiana Rivera Mansi ha querido dibujar un cuadro introspectivo sobre el cual se desplazan la soberbia, la culpa y, al cabo de diez años de querellas judiciales —un laberinto de apelaciones y revisiones del caso que se prolonga doce años más—, una suerte de arrepentimiento mezclado con desplantes religiosos. El protagonista de la novela recorre el camino ascendente del converso. Vista de tal manera, El canto del pájaro ciego parecería un trasunto de la historia de Job, es decir, la del hombre dispuesto a redimirse a través de la exclusión y el sufrimiento.
Una cosa, sin embargo, es el argumento y otra muy distinta es la manera en que se presenta. El estilo, es decir, la ausencia de estilo, para empezar, está salido de un taller de escritura creativa (donde se procura la ignorancia de las reglas de puntuación): alcanza a duras penas el nivel de una redacción decorosa, es pobre en metáforas e imágenes y desconoce la musicalidad que puede contener una frase, como si el lenguaje fuera incapaz de transmitir el grado cero de la belleza.
La paciencia del lector termina una vez que, al paso de los años en prisión, aquel joven se ha transformado en consejero y guía de otros reos. La voz narrativa ya solo tiene el propósito de abrumarnos con filosofemas sobre los cuales se fabrican los manuales de autoayuda. Para concluir, ofrezco algunas evidencias: “No permitas que el cansancio te venza, sigue soñando”; “No es siervo del tiempo y, este, lo único que no puede matar es la libertad del pensamiento”; “El miedo es un ave de alas negras que llega y cubre con ellas la mirada”; “los sueños son propios y nadie es falso en la búsqueda de su realización”; “Si nadie observa con el corazón, nada cambia”.
El canto del pájaro ciego
Bibiana Rivera Mansi | Textofilia | México | 2021
AQ