Con ojos de turista

Libros | A fuego lento

En 'No hay nadie en casa', de Isabel Díaz Alanís, todo ocurre en la superficie.

Portada de 'No hay nadie en casa', de Isabel Díaz Alanís. (Dharma books)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

No hemos ni leído diez páginas de No hay nadie en casa (Dharma Books) y reconocemos ya que nos enfrentamos a una suerte de autoficción: nada en manos de la imaginación sino de una memoria que se define “imperfecta”. De modo que el personaje inseguro y consumido por un largo rosario de temores no es otro que la misma autora, Isabel Díaz Alanís, aspirante a un doctorado en literatura hispánica en la Universidad de Pensilvania.

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No estamos, sin embargo, ante un retrato de las mieles y los sinsabores que reserva la vida académica. Si algo llega hasta nosotros es un pálido esbozo. La competencia curricular, el culto al resultado, el sacrosanto orden jerárquico, no muestran nunca sus largos colmillos. Lo que leemos en realidad, sin el menor atisbo de simpatía, es una bitácora de viaje a través de unos ojos de turista. Mientras pasea por Madrid, Lisboa, Bucarest, Estambul, Roma, Isabel rememora algunos episodios de su maltrecho pasado familiar, emocional, amoroso, corporal… sin otro recurso que el de la autoconmiseración. A fuerza de recordar a la niña “que no sabía ir al baño”, de llorar “un sinnúmero de veces mientras curso el doctorado”, de adelantar frases del estilo “Me arreglaba como quien compone un aparato que se le cae a pedazos”, “Vivo preocupándome por cosas que no suceden”, “dejarme caer en el túnel de mis errores era rascar hasta que doliera”, “Mi devoción por él se había encargado de achicarme el mundo”, etcétera, No hay nadie en casa termina por convencernos de que sería tan solo un cuaderno confesional oculto en un cajón si no hubiera encontrado una editorial compasiva. Si tan solo narrara algo…, un atisbo de la existencia de los otros o una aproximación a la ambivalente condición del viajero, cuyo apetito de novedades guarda consigo la necesidad de volver al punto de partida.

En No hay nadie en casa todo ocurre en la superficie. Lo digo porque nunca sabemos qué se trae Isabel Díaz Alanís entre manos. ¿Un combate sin reglas con sus demonios? No, porque sus palabras tienen la consistencia de un canto monocorde. ¿Una huida antes del golpe definitivo? No, porque esos lugares donde se refugia, tan de paso y tan despersonalizados, son la imagen ojerosa de lo trillado.

No hay nadie en casa

Isabel Díaz Alanís | Dharma Books | México | 2022

AQ

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