Celebración de la inmortalidad

Café Madrid

En Madrid celebraron el ingreso de Mario Vargas Llosa a la Academia Francesa con una pomposa fiesta, cuya lista de invitados incluyó a políticos, empresarios, editores, escritores y periodistas.

Mario Vargas Llosa y su hijo Álvaro a su llegada al Hotel Wellington. (Especial)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

La inmortalidad es ese concepto que los señores académicos de la RAE han registrado en su diccionario como la “duración indefinida de algo en la memoria de los hombres”. Hace unos días, la vetusta y pomposa Academia Francesa admitió en su selecto club a un famoso y laureado escribidor de nuestra lengua. La ceremonia para oficializar tal deferencia transcurrió entre tambores y vestimentas ornamentadas (espadas incluidas) durante una fría tarde parisina.

Como el histórico salón que acogió el acto es más bien pequeño, la cuota de amigos admitidos fue tan elitista como “tacaña”. Por eso luego hubo que organizar una fiesta más inclusiva y multitudinaria, esta vez en Madrid, para agasajar al nuevo inmortal.

Así que el muy taurino y barroco Hotel Wellington, en la elegante calle Velázquez de esta Villa y Corte, abrió sus puertas para recibir a una ristra de convidados, conformada por políticos, empresarios, editores, escritores y periodistas, de ambos lados del Atlántico. Un enjambre de reporteros de la prensa del corazón aguardaba al homenajeado en la entrada. Hace meses que rompió su relación con la reina del papel cuché, pero en este país el que entra al mundillo rosa lo hace para siempre y se atiene a las consecuencias. Bien abrigado y escoltado por su hijo mayor y su nuera, el escribidor hizo oídos sordos a las preguntas de los cotillas (“¿se ha reconciliado con su exesposa? ¿Quiere responder a las fuertes declaraciones que hizo la hija de su ya expareja?”), básicamente porque hacía una semana que había soltado una puñalada verbal en las páginas del Paris Match (“He recuperado mi libertad”) y avanzó lo más rápido que pudo, apoyado en su bastón, hasta el salón donde lo esperaban los invitados.


Surfeando bocadillos, canapés, copas de vino y vasos de refresco, en el ornamentado recinto estaban Manuel Valls, ex primer ministro de Francia; Albert Rivera, líder defenestrado de Ciudadanos; Cayetana Álvarez de Toledo, diputada del Partido Popular y musa de la derecha “liberal”; Federico Jiménez Losantos, periodista radiofónico oficial de la ultraderecha española; el director de cine David Trueba; funcionarios de medio pelo del Ayuntamiento de Madrid; Marisol Schulz, directora de la FIL de Guadalajara y escritores como Gioconda Belli, Sergio Ramírez (y su inseparable esposa Tulita), Fernando Sánchez Dragó, Javier Cercas, Arturo Pérez Reverte, Carlos Granés, Jorge Eduardo Benavides, Arcadi Espada, Luis María Ansón y Andrés Trapiello.

El invitado estrella, sin embargo, fue un mexicano bajito y de lentes (no, este humilde reportero no: coincidimos en esas características, pero nada más) que durante su sexenio detentó el poder bajo la sombra del fraude electoral y comenzó una guerra contra el narcotráfico que lo único que hizo fue desencadenar más violencia de la que ya había. Se llama Felipe Calderón y ahora vive aquí (igual que su sucesor, Enrique Peña Nieto), gracias a que su amigo José María Aznar lo invitó a dar unos cursos en su fundación de ideología conservadora y le arregló los papeles en un pis-pas (porque en este país hay inmigrantes de primera y de segunda, faltaba más). El expresidente llegó completamente solo, pero apenas entró se empezaron a formar corrillos de gente desinformada para saludarlo, halagarlo y tomarse fotos con él. De tanto revuelo que causó su presencia, llegó el momento en que parecía que la fiesta era en su honor. Pero la atmósfera no tardó en ser renovada por el escribidor, que en unos días cumplirá 87 años y ahora, además de bastón, utiliza un audífono para oír bien.

“Estoy muy honrado de juntar a empresarios latinoamericanos y españoles porque no me da vergüenza decir que el mercado es quien debe unirnos. A todos, además, nos une la defensa de la libertad y de la democracia. Ahora nos hace falta contribuir a que la gente se interese más por la literatura”, dijo el escribidor que ya es inmortal de manera oficial, antes de pedir un aplauso para Sergio Ramírez y para Gionconda Belli para arroparlos en su exilio y de darle vueltas y vueltas, sin percibir los cuchicheos de los presentes, a eso de que “ahora nos hace falta contribuir a que la gente se interese más por la literatura”. Después de aplaudir su discurso, todos comenzaron a despedirse porque… había partido de la Liga de Campeones (Real Madrid contra Liverpool) y esa afición sí que es inmortal y eso sí que une.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.