Panchitos en Madrid

Libros | A fuego lento

Ceniza en la boca expresa con cruda sinceridad el sentimiento de desarraigo existencial que conduce a la sospecha de que ninguna casa es en verdad nuestra casa.

Portada de 'Ceniza en la boca', de Brenda Navarro. (Sexto Piso)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Es comprensible suponer que cualquier lugar es mejor al país de las desaparecidas, violadas o ejecutadas en una lonchería, el mismo donde los generales controlan el tráfico y la venta de drogas y vale más callar el dolor que pedir el auxilio de la policía. ¿O es que uno de los peores de los mundos posibles no despide ya el tufillo a carnitas y a cuerpos en descomposición que empieza a parecernos tan familiar? Esta es la sensación que abruma, y lleva a moverse en círculos, a la protagonista de Ceniza en la boca (Sexto Piso), la segunda novela de Brenda Navarro.

Tal vez hay algo equiparable: ser mexicano —dominicano, boliviano, ecuatoriano…— en la España xenofóbica y racista que ejerce una violencia soterrada, pero efectiva, contra quienes han huido de los cadáveres colgando de los puentes para ganarse la vida fregando sus bañeras, cuidando a sus hijos y limpiándole el culo a sus ancianos. Mientras esta revelación se abre camino como un roedor por las cañerías de Madrid, esa joven sin ambiciones que es la protagonista trae de vuelta a su hermano menor, igualmente frágil como indomable, muerto después de saltar desde un quinto piso.

Así que casi todo se va en recordar. No solo trazando en el desasosiego un cuadro de la orfandad y el abandono, tras la ventana del tiempo, sino condicionada por los fantasmas insidiosos del pasado y moviéndose por los bordes de una maraña de silencios culpables y recelos familiares, Ceniza en la boca expresa con cruda sinceridad el sentimiento de desarraigo existencial que conduce a la sospecha de que ninguna casa es en verdad nuestra casa, aunque carguemos con nosotros la llave de la puerta. Como leemos: “Tú eres panchita, me dijo una vez un tipo alto y grandote por la calle, y me escupió”.

No ser nadie en ninguna parte, o nada más que un paria, es una condición no solo reservada para muchos inmigrantes o desarraigados, sugiere Brenda Navarro al contrastar el destino de esos hermanos: el que fue siempre un “contrabajo estorboso”, la que no deja de ser una “reprobada de la vida”. No ser nadie en ninguna parte define también a las mujeres que flotan sin aliento en el canal del desagüe o a los hijos estigmatizados por sus padres autoritarios o a todos esos tránsfugas de una realidad insostenible o escrita con sangre.

Ceniza en la boca

Brenda Navarro | Sexto Piso | México | 2022

AQ

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