Esos altares improvisados sobre una acera, en un cruce de caminos o un lote baldío, y tachonados de cruces y flores de papel, son los protagonistas de los trece cuentos reunidos en Cenotafios (Arlequín). Son no solo un recordatorio sino surtidores de leyendas y supercherías. Unos atraen al fantasma del remordimiento, otros se pretenden fuente de milagros.
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Aunque algunos de esos cuentos tienen características y soluciones notables (“Por las almas silentes”, “Sobre la orilla”, “Rebelión en el Oxxo”, “Una frase de B. B. King en el Periférico”), se impone una visión de conjunto. Cada uno funciona como proyección de una cartografía mayor, renuente a decir su nombre: Guadalajara. Cada uno, además, tiende caminos en apariencia invisibles que conducen a lugares y personajes que tarde o temprano se vuelven reconocidos. Avanzamos y retrocedemos como ante un tablero de serpientes y escaleras.
El espectáculo no puede ser más infame. Sin ofrecer tregua, José Luis Gómez Lobo crea la impresión de que avistamos una ciudad donde solo hay cabida para los acuchillados, baleados, atropellados, molidos a pedradas o sacrificados por el fuego, cuyos cuerpos inertes habrán de señalar el lugar que contendrá otro cenotafio. En la oscuridad quedan los glamorosos restaurantes de alta cocina, las zonas residenciales, el vocerío proveniente de los antros con muros ecológicamente autosustentables. Los reflectores apuntan, en cambio, a las hordas de indigentes conviviendo en las plazas con ratas y cucarachas voladoras o a los terrenos vacíos, abrazados por colonias purulentas y levantadas a medias, donde buscan refugio quienes han decidido ya no ir a ninguna parte solo para contemplar el paisaje ocupado por cientos, miles de cenotafios. Como dice un habitante del subsuelo delincuencial en “Como el pendejo del Coyote”: “los cenotafios son nuestra marca en la vida, nuestra memoria, la manera de hacernos presentes los que no le importamos a nadie”.
Así que frente a los gritos de victoria o los himnos que reivindican el escarmiento y la revancha, frente al prestigio de los relatos volcados hacia el estado beatífico que podemos alcanzar luego de concluir nuestra clase de yoga o tejido de punto, no vendría nada mal recobrar la bendita capacidad para el pesimismo.
Cenotafios
José Luis Gómez Lobo | Arlequín | México | 2022
AQ