Cine y literatura

Café Madrid

Un libro y una película son soportes diferentes, pero con los dos podemos narrarnos a nosotros mismos.

Kurt Vonnegut, escritor estadunidense. (Archivo)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

Kurt Vonnegut, el escritor estadounidense que mezclaba ciencia ficción con sátira y comedia negra, fue un firme defensor de los derechos civiles y de la ética individual y colectiva. Antes de dedicarse a la literatura, este hombre de ojos cansados y bigote escuálido, fue uno de los prisioneros de guerra que sobrevivió al bombardeo de Dresde (Alemania) en 1945 y, años después, formó parte del equipo de relaciones públicas de la General Electric.

Su obra —llena de humor, cinismo e ironía— empezó a tener éxito entre los jóvenes durante los años setenta del siglo pasado, cuando Bob Weide era un cineasta en ciernes. Por eso el director, que más tarde sería nominado al Oscar por su documental sobre el cómico Lenny Bruce, se propuso seguir de cerca al autor de títulos como Matadero cinco o El desayuno de los campeones. Su amistad y complicidad fueron registradas por las cámaras durante décadas y pudimos verlo en la inauguración del Festival de Literatura y Cine Documental en la Cineteca del Centro Cultural Matadero de Madrid.

Además de la vida de Vonnegut, el festival presentó miradas particulares sobre las trayectorias de Mark Twain, Leonard Cohen, Anthony Bourdain, Raphäelle Pérez y la “destilación” del Ulises de James Joyce. Al final de cada proyección hubo una mesa redonda en la que participaron creadores como Arturo Pérez-Reverte, Antonio Soler, Juan Manuel de Prada, Ángeles Caso, Ray Loriga o la cantante Soleá Morente, la editora Pilar Reyes y el cocinero Andoni Luis Aduriz.

“El origen de esta cita nace de la necesidad de encontrar películas donde los narradores, filósofos, dramaturgos y poetas fuesen el centro de interés. Protagonistas no de sus textos, sino de las películas de otros. Y que a través de esas piezas descubriésemos, como espectadores, más de ellos, de su complejidad, de sus ideas, de sus entusiasmos y desengaños”, explicaron los organizadores del festival que también se llevará a cabo en Málaga el próximo octubre.

Si bien es cierto que el cine capta la atención y la emoción del espectador a través de imágenes y el libro utiliza la palabra para crear estampas en la mente del lector y despertar su sensibilidad, ambos están unidos por la fascinación de contar historias. Quizá por eso el cine lleva buena parte de su existencia ocupándose de adaptar a la pantalla varias obras literarias y muchos autores han participado en la creación de películas, como Francis Scott Fitzgerald, William Faulkner o Raymond Chandler.

En España, de la unión de cine y literatura sabe el malagueño Antonio Soler, narrador y autor de guiones de televisión y de la adaptación de una de sus novelas al cine, El camino de los ingleses, dirigida por Antonio Banderas en 2006. “Ser el autor de la novela y del guion me sirvió para darme cuenta de que las adaptaciones tienen que ser libres porque sólo así son fieles al libro. Puede parecer una contradicción esto que digo, pero hay que tomar en cuenta que sería larguísimo adaptar palmo a palmo una novela. Es necesario suprimir cosas e inventar otras porque se trata de otro lenguaje”, contó el escritor al final de la exhibición de Ulysses, una película experimental del irlandés Alan Gilsenan, estructurada en torno a los 18 episodios del libro de Joyce.

Después de la proyección del documental dirigido por Bob Weide, la escritora Ángeles Caso conversó con el poeta Carlos Zanón. Caso descubrió los libros de Kurt Vonnegut cuando tenía 20 años y, cada tanto, los ha ido releyendo. “No es un escritor cómodo, hace que el lector se cuestione muchas cosas, pero yo comparto su mirada desencantada, tal vez por la edad o porque ahora tenemos una guerra aquí al lado, no lo sé. Él muestra una decepción por la condición humana y, sin embargo, tiene un gran sentido del humor. Eso nos salva de la desesperación. La película que hemos visto es importante porque nos dice cosas de Vonnegut como persona y no tanto como escritor”, señaló la mujer que hace un par de años produjo un documental, La calle del agua, sobre la fotógrafa y relojera Benjamina Miyar, quien formó parte de la resistencia antifranquista en los Picos de Europa. “Gracias a esa experiencia me he dado cuenta de que hay un público para los documentales”, añadió la autora de Contra el viento (Premio Planeta 2009). “Porque el documental es un género muy literario. Un libro y una película son soportes diferentes, pero con los dos podemos narrarnos a nosotros mismos”.

​AQ

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