Hay vida más allá de los grandes grupos editoriales y aun de los llamados independientes. Los confines del fuego (An-Alfa-Beta/ Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León) es una muestra refinada. Se trata de una novela que interroga al pasado y se encuentra lejos, muy lejos, de las taras que abruman a la “novela histórica”.
El protagonista es Santiago Vidaurri, a quien el discurso oficial ha dado en llamar “traidor a la patria”: después de luchar por la causa liberal y batirse contra filibusteros, comanches y santanistas, después de combatir a los enemigos de la Constitución de 1857 y transformar a Nuevo León en un modelo de prosperidad económica, dio un vuelco para convertirse en presidente del Consejo y ministro de Hacienda del Segundo Imperio Mexicano. Como Hugo Valdés procede ante todo como novelista, nos hallamos a salvo de los ánimos inquisitoriales. A medida que confía sus razones y desvaríos, una vez que da cuenta de sus contradicciones y claroscuros, Santiago Vidaurri revela su majestuosa humanidad.
- Te recomendamos Un hemisferio en una cabellera | Un poema de Charles Baudelaire Laberinto
Es justamente su voz la que narra y embruja. Los confines del fuego tiene la forma de dos diarios extensos: el primero está fechado en 1864, desde una hacienda confederada en Misisipi; el segundo proviene de 1867, desde la Ciudad de México, mientras somos testigos de la desbandada imperialista. Entre otras cosas, Hugo Valdés sabe que la literatura es la búsqueda y la materialización de un tono narrativo. Novelar es representar la conciencia del otro, del que no somos. Sin advertencia alguna, y como si se ocultara el laborioso trabajo de apropiación, la voz de Santiago Vidaurri suena tan decimonónica, tan siglo XIX mexicano, que por un momento creemos leer un testimonio inédito, guardado y luego rescatado de un viejo baúl, y no una ficción concienzudamente elaborada.
El asombro no se limita a la resolución estilística. Los confines del fuego es una apasionada defensa de las aspiraciones autonómicas de Nuevo León en aquellos tiempos convulsos frente al desdén del poder central, un vampiro de levita. Con la elocuencia del estadista que se sabe derrotado, Vidaurri exhibe a su voraz enemigo: “un oaxaqueño que se creyó Dios mismo y no dejó de comportarse como él: era el presidente y se creía el dueño del país”. Así la novela, parece advertirnos Hugo Valdés, es también un haz de luz proyectado sobre aquellas zonas de nuestra historia que se erigieron según el plano engañoso de las apariencias.
Los confines del fuego
Hugo Valdés | An-Alfa-Beta/ Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León | México | 2020
AQ