Estamos en 1933, en Monterrey, una metrópoli pujante que comenzaba a experimentar el tránsito de la quietud rural a la desmesura urbana. Digamos que aún conservaba un aire de inocencia hasta que se vio sacudida por los hechos narrados en El crimen de la calle Aramberri (An Alfa Beta), que ahora reaparece después de publicarse en 1994: el doble asesinato —un hecho documentado— de Antonia Lozano y su hija Florencia Montemayor, degolladas por manos diestras en el cuchillo.
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Hay sangre, mucha sangre, y una creciente indignación que moviliza por completo a las fuerzas policiales y, sin embargo… Hugo Valdés no anda pensando en un thriller. Su propósito —no ajeno a los reductos judiciales y a su maleable concepto de la impartición de la justicia— es indagar en la psicología de los asesinos y sus cómplices —que intercambian papeles de un día para otro— y de esa ciudad con tantos dobleces morales como sed de espectáculo.
No quiero anunciar la trama, esa es tarea del lector. Pero debo referir al menos que esos cinco individuos bajo proceso ejercen la fascinación que solo puede provenir de la conjunción de la oportunidad servida a modo y el mal. El crimen de la calle Aramberri transcurre mayormente en los juzgados donde unos y otros sospechosos contraponen su versión de los hechos para urdir un enredo que confían pueda librarlos de una condena mayúscula. Llegamos a conocerlos a través de sus declaraciones y de la reconstrucción que el narrador —quien se dirige con omnisciencia al detective Inés González, un hombre de buena familia metido a policía— hace con meticulosidad casi forense. De este modo, van perfilándose ante nosotros unas figuras tan aborrecibles como enigmáticas, que no dejan nunca de parecernos volubles, ambiguas. ¿Son en verdad los ejecutores de esos asesinatos horrendos?
Es posible que la existencia del Norte —no como entidad geográfica sino como un modo de pensar, actuar y estar en el mundo— le deba mucho a sus escritores. Hugo Valdés se cuenta entre uno de los más escrupulosos y dotados y, ya por pasión o destino, suele aventurarse en el pasado, igualmente decimonónico y a caballo que cuando el cine empezaba a ser una costumbre, para arrojarnos la imagen de nuestro presente atroz: ahora nadie “estaba seguro de que los criminales no vivieran en la casa de junto”.
El crimen de la calle Aramberri
Hugo Valdés | An Alfa Beta | México | 2024
AQ