Entre la promesa de la muerte y el tedio pueblerino, entre los dictados de la familia y la rebelión o el exilio auto impuesto, en La noche sin nombre (Fondo Editorial Tierra Adentro) se abren puertas por donde ingresa el azar en su apariencia más ominosa. De pronto, una pareja de adúlteros atropella a un niño en mitad de una brecha desolada, un rottweiler llega a casa para vomitar una mano infantil o una llamada telefónica irrumpe en la velada solitaria de un hombre para doblegar su tranquilidad duramente adquirida. De esta manera, soltando a la bestia inconsecuente del azar y creando atmósferas psicológicas en donde gobiernan la opresión y la amenaza, Hiram Ruvalcaba da forma a nueve relatos de magnífica hechura.
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Ajenos al ruido que sale de los reportes militares y policiacos, y aún más a la tentación de usurpar las tareas de los tribunales de justicia, los cuentos de La noche sin nombre extienden los límites convencionales del realismo. Un ejemplo, coloreado con pigmentos macabros: “Blanca como porcelana”. El argumento despliega el sufrimiento de un padre que intenta recuperar el esqueleto de su hija —acribillada y lanzada a la cuneta de una carretera— cuyas partes sirven ahora para instruir a los estudiantes de la Escuela de Medicina. Ni el crimen ni la pesquisa llenan la atención del narrador. La acción se concentra en la mochila donde el padre guarda los huesos que ha recuperado después de sortear los obstáculos burocráticos: en sus silencios reconocemos a un personaje único, vivo en la tierra de la imaginación literaria.
Los cuentos tienen al Jalisco menos urbano como escenario y transcurren en los ámbitos cerrados de la culpa, los celos, la venganza, el delirio de persecución, la soledad, el miedo. Son capaces —una característica nada superflua— de convocar a personajes de los que nunca habíamos tenido noticia pero reconocibles en cuanto a su dolorosa humanidad. Son conducidos, además, con un estilo en cuya aparente sencillez reconocemos un trabajo de compresión y depuración del lenguaje. Ruvalcaba, no hay duda, es un paseante insomne por aquellas situaciones en las cuales la vida abandona su rutina y se tuerce para enfilarse a un despeñadero. Se siente tan cercano a sus creaturas que no vacila, por paradójico que resulte, en tratarlas como a marionetas.
La noche sin nombre, por cierto, obtuvo el Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2018.
La noche sin nombre
Autor: Hiram RuvalcabaEditorial: Fondo Editorial Tierra AdentroPaís: MéxicoAño: 2018
LVC