Este año se cumplen siete siglos del fallecimiento de Dante Alighieri (1265-1321). Acaso este derrochador de genio hubiera pasado a la historia con cualquiera de sus poemas o tratados anteriores a la Comedia; sin embargo, para asegurar su posteridad, se dio el lujo de forjar, consciente y desafiantemente, una obra maestra de la poesía, que, más que escrita, se pretende revelada. Aunque la Comedia representa los más altos ideales de la Edad Media es una obra paradójicamente concebida en la mayor amargura y encono mundano. Desde 1302, cuando la derrota de su facción política provoca que lo destierren de su Florencia natal, Dante transcurre una existencia nómada, a veces parasitaria, llena de nostalgias exaltadas. Los largos años de exilio constituyen una sucesión de gestiones, confabulaciones, alianzas imprevistas y todo tipo de intentos para regresar a Florencia. Pese a todo, nunca volverá a su patria.
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La Comedia es su autobiografía traducida en obra magna: con ella cumple la promesa que se había hecho de cantarle a Beatriz como nadie había cantado (ni cantará) a una mujer, pero, al mismo tiempo, destila sus antipatías políticas, sus ásperas cuitas y sus rencores. Se trata de un paradigma insuperable de la “invención acerbísima”, como la define Giovanni Boccaccio, y la imaginación vengativa. En este libro Dante no sólo invierte su talento poético, sino mucha energía y enojo político. Si bien este poema expresa ambiciosamente los albores de una lengua, una cosmovisión filosófica y un profetismo político y religioso, también exuda un profundo resentimiento y animosidad, que se desahoga en los castigos imaginarios infligidos a sus olvidables enemigos. En ninguna otra obra literaria puede encontrarse un catálogo tan variado e imaginativo de penas y tormentos y una descripción tan realista del sufrimiento físico y espiritual de los supliciados. Por eso, ninguna generación de lectores ha sido ajena a ese horror sublime que provoca el tránsito por el infierno de Dante.
Los escarmientos no sólo duelen, sino que degradan y deshumanizan al traducirse en crueles y repugnantes trasmutaciones. Se castiga eternamente incluso a aquellos que pecaron por distracción, omisión o indiferencia, aunque los correctivos más duros están dirigidos contra los que dañaron intencionalmente, como los supremos traidores, Judas, Bruto y Casio, que son atormentados personalmente por Lucifer. Como dice George Santayana: “La precisión y el horror, la representación gráfica y la verdad moral no han estado nunca tan maravillosamente combinadas como en la descripción de este infierno”. Esta enciclopedia punitiva se funda en una convicción ética que deplora la hipocresía circundante, aboga por la reforma religiosa y social y promueve, con el ejemplo, la autenticidad y la virtud. Con todo, no es difícil imaginar que estas descripciones de los tormentos de sus contendientes supusieron, también, una pequeña pero curativa y divertida revancha para el agraviado Dante.
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