'Desagüe': nos robaron la ficción

A fuego lento

La novela de Diego Rodríguez Landeros se enriquece con el ensayo, la crónica, la estampa autobiográfica… pero echa en el olvido el acto de imaginar contando.

Detalle de portada de 'Desagüe'. (Cortesía: Tierra Adentro)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

En sus inicios, Desagüe (Tierra Adentro/ FCE) tiene la apariencia de un acto de sacrificio. Indra, un estudiante de posgrado, anuncia su propósito de recorrer los 47.5 kilómetros del Gran Canal del Desagüe hasta alcanzar el punto de origen y reencontrarse con su novia suicida. “Desde hace algún tiempo”, dice a modo de presentación, “soy un solitario buscador de monstruos que, extraviado en su propio laberinto, se descubre con desconcertante frecuencia al pie de la senda de los suicidas”. Parece materia novelística, una inmersión con la complicidad de algunos historiadores y cronistas de la Ciudad de México.

Atestiguamos la curiosidad omnívora de Indra, sus incursiones a Cuautitlán y Zumpango, su tristeza convertida en insomnio, sus fugas en bicicleta durante la noche, su apetito de extinción. Mientras tanto, la narración se va entrelazando con las noticias sobre las malogradas etapas de construcción del Gran Canal desde principios del siglo XVII hasta el día en que Porfirio Díaz, cercano a los muros de Lecumberri, “abrió las compuertas y un estruendo líquido estremeció a los presentes”. En estas noticias advertimos el rastro de los dioses caídos y de las creaturas vengadoras que prosperan en los lagos. No falta asimismo el rumor de la existencia de una puerta al inframundo.

Así, vamos de Jacques Soustelle a Francisco de la Maza, de Vicente Riva Palacio a Jorge Legorreta, hasta que, encandilado por el pasado y sus fulgores urbanísticos, arquitectónicos y aun mitológicos, Diego Rodríguez Landeros abandona el propósito que anuncia su personaje y se entrega a la sola evocación. Como espectadores de un proyecto colosal que ha roto el sueño y la cordura de gobernantes y constructores no podemos menos que apreciar el esfuerzo de Rodríguez Landeros: casi cuatro siglos de relatos en los que reconocemos la naturaleza indomable de las aguas. Pero como perseguidores del torrente de la ficción no podemos más que lamentar el curso informe que Desagüe acaba tomando. Ni Indra recorre los 47.5 kilómetros de miasmas y tinieblas ni la materia novelística logra sobreponerse a tanta información.

La novela, es cierto, ha dejado de mirar únicamente al relato para enriquecerse con el ensayo, la crónica, la estampa autobiográfica… pero nunca ha renunciado al acto de imaginar contando. Ebrio de historia, Diego Rodríguez Landeros ha echado en el olvido este sencillo precepto.

Desagüe

Diego Rodríguez Landeros | Tierra Adentro/ FCE | México | 2019

ÁSS​

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