En el origen de Por desobedecer a sus padres (Alfaguara) hay una leyenda negra: a mediados de la década de 1970, el poeta Darío Galicia (uno y muchos a la vez) fue sometido a una lobotomía; al parecer, sus padres aconsejaron esta práctica que, según los pronósticos de una corriente infame de la psiquiatría, erradicaba la homosexualidad.
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Esa leyenda induce una pesquisa que avanza al compás de intuiciones y pistas borrosas. ¿Qué fue de ese amigo incómodo de los infrarrealistas liderados por Roberto Bolaño? ¿Qué del encantador de serpientes en las aulas y los corredores de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, del admirador de Lewis Carroll y del duende trasnochador en quien muchos adivinaban el mismo talante subversivo de Oscar Wilde? Así, sembrando preguntas, Ana Clavel inicia un viaje al pasado que es también un trabajo detectivesco, sobre todo porque Darío Galicia o Da Río G.Alicia había desaparecido sin dejar rastro.
¿De qué hablamos entonces cuando hablamos de Por desobedecer a sus padres? ¿De un ensayo biográfico? ¿De un reportaje habitado por rumores, notas bibliográficas, opiniones médicas, expedientes y los testimonios de amigos, detractores y admiradores de ese fantasma al que en años recientes algunos creyeron ver como una copia sucia y maloliente del príncipe salvaje que jugaba a ser malabarista con el lenguaje? ¿De un retrato verídico que, paradójicamente, muestra el aliento y la consistencia de la ficción? ¿De qué hablamos? De todo eso y algo más: ya que sobre todo pisa los terrenos de la imaginación, Ana Clavel es capaz de desdoblarse en un personaje de Alicia en el país de las maravillas, una suerte de libro-talismán que hace las veces de umbral hacia los órdenes superiores de la creación artística.
Hay, como leemos, una “belleza oscura” en el destino de Darío San G.Alicia. El dandy de larga cabellera, pantalones de terciopelo y andares de bailarín se muestra al final de la pesquisa como un despojo que sobrevive de la caridad, una sombra de sí mismo que pepena vasos de café y levanta colillas del suelo. No se trata solo de las señales de la vejez sino del abandono, como si un hado inclemente le hubiera dejado caer su pesada mano para castigar su rebelde y licenciosa singularidad.
Por desobedecer a sus padres
Ana Clavel | Alfaguara | México | 2022
AQ