Veintiún relatos se agrupan en Días terminales (Lectorum). Son grandilocuentes, sin ánimo de expandir la realidad, y, aún peor, con una prosa que parece entrenada en la redacción de oficios burocráticos. De la casa de un periodista, por ejemplo, sobresale “la desembocadura de la suntuosa escalera”; de un joven aprendiz de músico, se dice que andaba con “la tristeza anidada en su pecho”; de un trabajador recién jubilado, se dice que “se había sumido en las inclementes fauces de la soledad”; de un productor de televisión, sabemos que “la heroína parecía acomodársele en las pronunciadas ojeras”. En fin, que siempre hay un momento para soltar una frase pomposa.
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La forma empleada por Alejandro Ordorica Saavedra tiene mucho de arenga religiosa. El contenido de sus historias se establece a partir de una situación que sirve más para ilustrar una conducta (siempre dañina) que un hecho oculto en los dobleces de la vida diaria. Gloso una de esas situaciones que no dudo en calificar de estelar. “Final de serenata” narra la incursión nocturna de un adúltero (borracho también y con toques de influyente) quien, después de contratar a un trío musical para satisfacer a sus dos amantes, llega a casa con el afán de apaciguar a su esposa solo para quedarse dormido en el sillón... y perder la cartera (bien merecido se lo tenía, creemos escuchar a lo lejos). Una suerte menos afortunada, y que debería servir de escarmiento, sufren los asesinos y violadores de “Arcángel” o los drogadictos de “Año viejo”. Uno termina recordando sus deslices y pecados, nada para escandalizarse, con la esperanza de que nadie vuelva los ojos hacia su lado. Porque, como en el sermón de un pastor que anuncia los últimos días, aquí y allá no hay sino llamados a portarse bien.
En este sentido, la segunda parte de Días terminales (que reúne ocho episodios fechados en el año 2050) se presenta como una oportunidad inmejorable para arrojar una serie de reprimendas por el destino en ruinas del planeta y la humanidad. El futuro da siempre para lamentarse del presente y, por qué no, administrar la frustración y dolor. Para eso, sin embargo, están los preceptores morales y los grupos ecologistas, no los que pretenden hacer literatura.
Días terminales
Alejandro Ordorica Saavedra | Lectorum |México | 2019
ÁSS