Hay cosas en las que uno no sabe si creer o no. Quizá porque ni siquiera nos lo planteamos. A mí, por ejemplo, nunca se me ha ocurrido ir a un tarotista para que me eche las cartas (“echar las cartas”…, ¡vaya expresión!). Tampoco conozco a alguien que lo haga. Hace poco, sin embargo, tuve ¿la suerte? de que el mismísimo Alejandro Jodorowsky me “hablara” a través de su baraja de naipes.
Estábamos en la sede de su editorial en España (el exquisito sello Siruela), un elegante edificio del madrileño barrio de Chamberí. El veterano artista chileno me contaba los detalles de la nueva edición de El tesoro de la sombra que, corregida y aumentada, ahora se llama La vida es un cuento. El libro, por cierto, comienza con un microrrelato sobre la eternidad y lo finaliza con una historia pornográfica. El caso es que, entre una cosa y otra, me contó que todos los miércoles lee gratis el tarot a varios de los asiduos a una cafetería cercana a su casa, en París. “¿A ti nunca te han leído el tarot?”, me preguntó clavándome la mirada. “Pues ya es hora”, decretó, y enseguida sacó un montoncito de cartas del bolsillo derecho de su abrigo negro. Me advirtió: “no veo el futuro, ¿eh? Es para revelarte algo sobre ti. Tú te haces una pregunta íntima, para ti, sin decírmela, yo te digo lo que sale en las cartas y, al final, tú dices si te hablan o no”.
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La verdad es que las cartas no me dijeron mucho. Tan sólo dos o tres generalidades que, en este valle de lágrimas, ayudan más bien poco. Supongo que él se dio cuenta de mi incredulidad y por eso añadió un par de frases acerca de mi personalidad que, sinceramente, tampoco contribuyeron a redondear el asunto, pero zanjaron el embarazoso momento. Entonces Jodorowsky alzó los hombros, recogió las cartas y volvió a guardárselas en el bolsillo.
A sus 90 años, este tarotista, escritor, dramaturgo, pintor, actor, director de teatro y cine, creador de técnicas terapéuticas como la psicogenealogía y la pisicomagia, actúa siempre como si fuese un chamán. De hecho, su fama se acentuó el día en que se le ocurrió mezclar ritos chamánicos, teatro y psicoanálisis para “sanar” a la gente. Además, tiene casi dos millones de seguidores en Twitter, por donde difunde sus aforismos, poemas, microrrelatos y frases sueltas, que mucha gente eleva a “filosofía de vida”.
Por lo que dice y escribe hay quien lo compara con Paulo Coelho. Pero él considera que está muy alejado del autor brasileño. “Porque Coelho es un industrial fantástico. Porque él sabe que su literatura es un negocio. Anda siempre con su asistente y su abogado y discute cuando sale algo en el periódico que no le gusta. Y se preocupa de todo. Es un maravilloso industrial. Yo no. Mira: cuando salió mi película La danza de la realidad, anuncié: ‘hago cine para perder dinero’. Porque estamos enfermos del dólar. Y el dólar no es Dios. No hay que hacer todo por dinero. Hay que hacer las cosas por el placer de crear y ser útil. Ya tengo una edad en la que sé que me voy a ir y tengo que dejar algo. Por eso hago lo del tarot”, explica sin perder la tranquilidad.
Tampoco se siente un maestro o un gurú y dice que, principalmente por eso, no ha montado una escuela de psicomagia. “Antiguamente llegaba el profesor y le hacían preguntas y él respondía. Si no le hacían preguntas, no decía nada. Yo hago lo mismo: me siento, me preguntan y yo respondo. Pero no ando dando prédicas. Porque no quiero hacer una secta. Soy artista. El arte no es enseñar. Es hacer una obra que permita a los otros descubrirse a sí mismos… y sanarse”, especifica el hombre que, antes de afincarse en Francia, vivió durante casi dos décadas en México.
La charla se fue alargando (su sufrida infancia y adolescencia en medio de su “monstruosa” familia, la muerte de su hijo como consecuencia de un accidente y el duelo infinito, su incursión tardía en la escritura y su amistad con Neruda, García Márquez, Nicanor Parra…) y, como sus cartas hicieron poco por mí, al final le dije que mejor me recomendara algunas obras de arte que, al apreciarlas con detenimiento, ayudaran a sanar mi espíritu. “Mira, el arte va hacia a ti. Pero lo más importante es que tu vayas hacia a él. Porque te habla de cosas que todavía no ves. Te muestra también lo que no oyes, lo que no dices. Lo inefable. Y entrando en lo inefable te vas descubriendo a ti mismo”, me respondió de manera ¿ambigua? y yo me fui a casa tratando de desentrañar alguna lección.
ÁSS