Al servicio de la realidad

Libros | A fuego lento

'El lugar de la herida', de Laura Baeza, aborda con realismo el dolor y el terror de la trata de mujeres en Puebla y Tlaxcala.

Portada de 'El lugar de la herida', de Laura Baeza. (Alfaguara)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Hace algunos años, la prensa trajo la noticia de bandas de individuos muy bien entrenados que operaban en Puebla y Tlaxcala y secuestraban, violaban y vendían como mercancía a jóvenes lugareñas después de obtener su rendición sentimental. Esos individuos practicaban el cortejo, tejían su red y en días o semanas engrosaban las listas de desaparecidas. A esta realidad aterradora se asoma Laura Baeza en su novela El lugar de la herida (Alfaguara).

La materia, convengamos, es dolorosa, pero qué hace Laura Baeza con ella. Elige dos voces distantes, dos caras del miedo y el dolor: la de una sobreviviente de la violencia física y psicológica mientras permanece en cautiverio, una hija de los arrabales de Apizaco, y la de una madre que se unirá a un grupo de buscadoras. Se dirigen a nosotros —lectores— como si rindieran una declaración judicial ante una grabadora. ¿Dónde está —preguntamos— la forma literaria? Muy lejos de El lugar de la herida. Ha quedado sepultada bajo los escombros de un estilo coloquial medianamente articulado: “Beto no regresó al parque. Lo esperé media hora, hasta las dos, dos y media, que las otras chicas me dijeron que ya se iban” o “Cuando Nancy acababa de nacer me dieron los tres meses de descanso de maternidad además de dos semanas antes del parto”. Ese estilo no pasa de probar que al menos se ha forjado en un taller de redacción. Suena tan elemental, tan de confesionario.

Pero seguimos leyendo y a nuestro paso van surgiendo las mismas figuras que nos traen los noticiarios a cualquier hora: un módulo incompetente de la policía, el silencio cómplice de un pueblo, la geografía de la resignación, los retratos en blanco y negro de los miembros de la banda que golpean y ultrajan a las jóvenes pero invocan a dios. Así como renuncia a la forma literaria para cederle el paso a una jerga sensacionalista, Laura Baeza descarta la imaginación para ponerse al servicio irrestricto de la realidad… como si obedeciera a una receta. ¿Qué ha sido de la metamorfosis, de la transfiguración? ¿Qué ha sido de convertir la materia vulgar en oro? ¿A qué orden superior encomendarse cuando los testimonios judiciales han tomado el lugar de la ficción?

El lugar de la herida

Laura Baeza | Alfaguara | México | 2024

AQ

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