El místico señor Fosse

Café Madrid

Un día, en una entrevista, declaró que escribir es como rezar y, desde entonces, ese titular lo persigue. Se arrepintió de haberlo dicho cuando lo vio publicado, pero luego lo pensó mejor: “Kafka dijo lo mismo y es verdad”.

Jon Olav Fosse, Premio Nobel de Literatura 2023. (Foto: Agnete Brun)
Víctor Núñez Jaime
Ciudad de México /

Visto de lejos, ese hombre corpulento y colorado parece un solemne sacerdote de la iglesia ortodoxa. Visto de cerca, en cambio, se asemeja a un viejo y libertino rockero. Pero cuando empieza a hablar, bajo el aura que le da ser un Premio Nobel de Literatura, Jon Fosse corrobora la primera impresión (sin desechar algún resquicio de la segunda) y se revela como un intelectual místico. A lo largo de su vida, este escritor de ojos claros, pelo recogido en una coleta y vestido completamente de negro ha sido luterano, ateo, cuáquero y católico. Un día, en una entrevista, declaró que “escribir es como rezar” y, desde entonces, ese titular lo persigue. Se arrepintió de haberlo dicho cuando lo vio publicado, pero luego lo pensó mejor: “Kafka dijo lo mismo y es verdad. Porque, si lo que haces no está destinado a un público específico, ¿a quien te diriges? Puede que sea a Dios. Así lo hice con Septología, por ejemplo”.

Estamos en el Palacio de la Magdalena de Santander, en la costa del mar Cantábrico, sede emblemática de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) que, dentro de un rato, nombrará doctor Honoris Causa al autor noruego que el próximo 29 de septiembre llegará a la edad de la jubilación, 65 años, sin ganas de retirarse: “llevo unos 70 libros publicados y espero llegar a los 100”. Lo escuchamos un grupo de periodistas y académicos, suertudos de tenerlo ante nosotros, pues él ya no acepta cualquier invitación, “Sólo para recibir premios y honores. Porque hay que ser agradecido”, dice. Durante un buen tiempo, sin embargo, no paraba de viajar. “En los noventa fui un dramaturgo de éxito. Se hicieron más de mil producciones de mis obras por todo el mundo y pasaba más de la mitad del año fuera de casa. Debido a eso empecé a beber de más. Y yo no puedo escribir si bebo alcohol. Me di cuenta de que para seguir trabajando tenía que estar sobrio y dejé de beber. Pero también dejé de escribir teatro y volví a hacer novelas”, contó Fosse, a sabiendas que tenía toda la atención del auditorio.

Hace casi un cuarto de siglo que vine por primera vez a esta ciudad del norte de España y cada vez que he vuelto al Palacio de la Magdalena ha sido para escuchar a algún artista, escritor, político o líder de talla internacional. El calor y la humedad de estas fechas no son muy agradables que digamos, pero cada verano la UIMP tiene el mejor cartel de sabios para impartir cursillos y conferencias y, en lugar de ir a la playa como todo el mundo, una ristra de nerds peregrinamos hasta aquí, a ver si aprendemos algo nuevo. Este año, Jon Fosse ha sido la estrella, pues no había venido antes a este país para presentar sus libros o sus obras de teatro (y, bueno, porque antes del Nobel muy pocos sabían de él por estos lares). “La última vez que estuve en España tenía 16 años, viajaba de mochilero por Europa y, de pronto, en la estación de tren de San Sebastián, un policía me despertó con su metralleta y me dijo que no podía dormir allí. Es el recuerdo más fuerte que tengo de aquel viaje”, se sinceró.

Fosse fue generoso en su charla. Dibujó su trayectoria literaria (de novelista a poeta y autor de canciones, para luego pasar a la dramaturgia y volver a instalarse, “quizá ya para siempre”, en la novela), se quejó de la fama que le ha dado el máximo galardón literario del mundo (“ya no puedo ir por la calle o al súper mercado porque la gente se me acerca para pedirme un selfie y todos los días mi agente recibe cientos de invitaciones para que vaya a todos los congresos y ferias del libro, algo imposible de hacer”) y, ya puestos, también contó que fue profesor de Karl Ove Knausgård, el “superventas” de la autoficción actual. “Fui su profesor de escritura creativa durante un curso. Yo le dije: ‘no puedes usar tu vida directamente, estás escribiendo literatura, no eres un reportero o un notario, eres un poeta, tienes que transformar la experiencia’. Pero él, que era joven pero muy sabio, hizo todo lo contrario. Y ha tenido mucho éxito”, contó con una sonrisa.

Pero al final el Nobel se puso serio y ahondó en el misticismo de su oficio. Dijo que escribe en la noche, sin planificar nada, con el objetivo de salir de sí mismo y viajar a lo desconocido. Tal vez por eso sus historias están plagadas de muertos que no se han ido del todo. “Para mí los muertos y los vivos caminan juntos”, puntualizó y se fue a recibir el doctorado Honoris Causa.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.