De vuelta al maldito hogar: una crítica de ‘El origen de todos los males’

Libros | A fuego lento

Bibiana Camacho compila un expediente de las patologías que en ocasiones doblegan a la institución familiar.

Portada de ‘El origen de todos los males’, de Bibiana Camacho. (Cal y Arena)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Madres y padres autoritarios pueblan muchas de las mejores páginas de la literatura universal. Pensemos tan solo en Medea, Los hermanos Karamazov, Pedro Páramo o El zoo de cristal. Estas figuras que encarnan al poder como fuerza destructora protagonizan los diez relatos compilados por Bibiana Camacho en El origen de todos los males (Cal y Arena). Son, más que una advertencia, un expediente de las patologías que en ocasiones doblegan a la institución familiar.

En general, el paisaje solo exhibe agravios y heridas incurables. Los reflectores, sin embargo, se concentran en la rabia paterna. El golpeador, capaz de arrojar a su hijo pequeño contra una pared, es el monstruo que habita “Mariposa negra”, de Liliana Blum, y el enano que humilla en público al hombre de dos metros de altura, un ejemplo de sumisión frente a su destino manifiesto, de “Don Adalmiro”, de Juan Rafael Coronel Rivera.

De las madres hay menos que decir (¿será que la imagen religiosa y televisiva de la “cabecita blanca”, la sufrida y virginal aun después de parir una prole extensa, sigue ejerciendo su dominio sobre el imaginario latinoamericano?). En “Hasta luego, doctor Adler”, Karen Chacek perfila a esa mujer madura cuya jovialidad y modales maniacos son un gesto de superioridad hacia su hija: nada escapa a su control. Y aunque no ocupen un sitio privilegiado, Magdalena Baudoin consigue el relato más acabado del volumen. “Moebia” es la metáfora de la cárcel que está en todas partes, y también de la autodenigración en nombre del éxito profesional; es el mal social, la putrescencia materna.

Pero al fin y al cabo se trata de los hijos, es decir, como escribe Jorge Boone en “Luz para cruzar la noche”: “Los padres tienen en un pozo el corazón, y no saben qué tan hondo y oscuro es hasta que avientan en él a sus hijos”. No hay que ser un alcohólico violento, una huila vulgar que porta orgullosamente su mandil, para imponer el terror.

El origen de todos los males dibuja con alarma y temblor la línea hereditaria de una Tradición. El autoritarismo, ese magisterio podrido que condena, lanza escupitajos y desde la superioridad moral pontifica con dedo admonitorio, crece y se reproduce en la guerra perpetua de los hogares.

El origen de todos los males

Bibiana Camacho (coordinadora) | Cal y Arena | México | 2022

AQ

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