En agosto de 1941 Marina Tsvietáieva (1892-1941) vegetaba en un pueblo perdido en la geografía rusa: no sabía nada de su marido y su hija, presos del régimen de Stalin; temía por la suerte de su hijo adolescente en un país en guerra, y no encontraba trabajo, ni alojamiento, ni sustento. Al final de ese mes funesto, después de redactar una carta pidiendo disculpas a su hijo, la poeta se ahorcó. Tsvietáieva culminaba así una vida intensa, marcada trágicamente por los horrores de su tiempo.
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Nacida en una familia ilustrada, Tsvietáieva mostró un talento temprano y desafiante que la insertó desde la adolescencia en los círculos artísticos más relevantes de Rusia, se casó muy joven con Serguei Efrón, tuvo dos hijas, un hijo y muchos amores. La Revolución de Octubre determinó el resto de su existencia: su marido se enroló en el ejército blanco dejándola en Moscú con sus dos pequeñas hijas; las penurias económicas posrevolucionarias provocaron que una de sus hijas muriera en un orfanato; luego, partió a un exilio miserable de casi dos décadas donde malvivió en diversos destinos de Europa; hasta que, finalmente, en 1939 siguiendo a su marido que se había convertido al credo de sus antiguos enemigos y espiaba para Stalin en París, decidió un infernal regreso a la URSS.
En el trayecto a su país natal, el marido y la hija mayor volvieron a caer en desgracia política y a Tsvietáieva la esperaban la pobreza extrema, el ostracismo y la persecución, que la llevarían al suicidio. En el curso de esta frenética cadena de desgracias, la autora se refugió obsesivamente en la escritura y dio a luz poemas deslumbrantes, narraciones y desgarradores testimonios que muestran su versátil genialidad.
El poeta y el tiempo (Anagrama, 2024) es una recopilación de ensayos de Tsvietáieva, en versión de su más pertinaz difusora, la traductora mexicana Selma Ancira, que fue publicado por primera vez hace más de 30 años. Los ensayos de Tsvietáieva están lejos de ser una reflexión sistemática, son hondas y claridosas corazonadas en torno a la poesía, la critica literaria y, en general, la creación artística, escritas al calor de las circunstancias. Publicados en revistas de emigrados y, a veces, motivados por polémicas parroquiales y con protagonistas olvidados, los textos superan el encono y alcanzan grandes momentos de sabiduría intuitiva y carácter visionario, como cuando reflexiona en torno a la temporalidad de la poesía, a los rasgos del genio literario o a las distinciones entre el juicio y la creación poética. En particular, la “Respuesta a un cuestionario” es el escrito más límpido y espontáneo en el que la poeta hace un autorretrato de su trayectoria y su credo estético y muestra su espíritu libérrimo y rebelde. No es extraño que esta independencia haya sido castigada por las polarizaciones y los ardores ideológicos y que la poeta haya vivido en un permanente exilio, tanto entre los déspotas como entre las buenas conciencias de su época.
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