El polémico desplante de La Yunko

Café Madrid

Este año, la mejor bailadora del Festival Internacional del Cante de Las Minas de La Unión ha hecho historia al ser la primera extranjera en recibir el mayor reconocimiento flamenco.

La Yunko en el Festival Internacional del Cante de las Minas. (Foto: Marcial Guillén | EFE)
Víctor Núñez Jaime
Ciudad de México /

La Yunko tenía 14 años cuando empezó a practicar gimnasia rítmica y un día vio en la tele a Ana Butista, la atleta española que acompañaba sus exhibiciones con música flamenca. En su Tokio natal, La Yunko jamás había oído hablar del cante jondo pero bastaron unos cuantos compases de guitarra para despertar su curiosidad. Internet todavía no se había masificado y La Yunko, que entonces sólo respondía al nombre de Junko Hagiwara, tuvo que realizar labores de inteligencia: la amiga de una amiga de la vecina de su prima le contó que en un país lejano, donde los toros andaban sueltos por las calles, había quienes, dentro de una cueva o encima de un tablao, tocaban, cantaban, palmeaban y zapateaban embelesados por un quejío bravío que erizaba la piel. Entonces, con el arrojo de la adolescencia, La Yunko se prometió a sí misma que llegaría el día en que sería parte de ese arte milenario.

Pocos años después, La Yunko tomó unas clases de español, hizo un par de maletas, emprendió un viaje de más de 14 mil kilómetros y se plantó en Sevilla. Comparada con la posmoderna Tokio, la capital hispalense le pareció tierna y acogedora. Alquiló un pisito en el mismísimo barrio de Triana (“¿dónde si no, mi arma?”) y luego se fue a buscar lo que deseaba. Lo primero que La Yunko sintió al escuchar en vivo y en directo una ristra de lamentos arrebolados fue miedo. “¡Vargame el señó!”, pensó. Tantos gritos desgarradores, tanta furia y pasión. Pero todo era cosa de acostumbrarse y al quinto espectáculo al que asistió se quedó embrujá. Así que se apuntó a clases de baile.

Con su disciplina japonesa fue alumna de maestros tan importantes como José Galván, Carmen Ledesma, Milagros Mengíbar y Concha Vargas. A los pasos simples le siguieron las coreografías con desplantes certeros y, sobre todo, la apropiación de la historia e importancia cultural del flamenco, hoy Patrimonio de la Humanidad. Aprendió y aprendió y cuando por fin escuchó “¡ole, qué arte tienes mi arma!, se sintió la bailaora más andaluza de todo el mundo.

Si ya dominaba una seguiriya, una soleá, una alegría o una bulería, ¿por qué no presentarse a los concursos? Lo hizo pero, a lo mucho, sólo llegaba a las semifinales. Ella, sin embargo, no le daba mucha importancia: ya fuera en Andalucía, en Navarra o en Extremadura, cada certamen representaba la oportunidad de aprender de los colegas. Después de dos décadas de vida sevillana (y flamenca), La Yunko se animó a inscribirse al Festival Internacional del Cante de Las Minas de La Unión (Murcia), el más importante del género y sus variantes (baile, toque y cante). Por el escenario instalado en el antiguo mercado público del pueblo de La Unión han pasado figuras como Enrique Morente, Camarón de la Isla, Miguel Poveda, Sara Baras, Paco de Lucía, José Mercé o Vicente Amigo.

Cuando en Occidente alguien se enfrenta a un reto, solemos desearle suerte, como si el triunfo dependiera de algo externo. En cambio en Japón dicen “haz tu mejor esfuerzo”, porque saben que el éxito depende de uno mismo.

El pasado 11 de agosto, la artista nipona siguió la filosofía de su tierra y, con sus movimientos y técnicas vistosas, se ganó el aplauso del público, superó todas las eliminatorias y llegó a la final. La Yunko casi se desmayó al escuchar que el jurado le daba el premio El Desplante Minero a la mejor bailaora. Nunca antes, en sus 63 años de historia, este festival había premiado a alguien que no fuese español (a pesar de que varias veces han participado concursantes extranjeros). Quizá por eso La Yunko —48 años, los ojos rasgados, la sorpresa estampada en la cara, la sonrisa tímida, la peineta en la cabeza y la bata de cola bien ceñida al cuerpo— subió a recibir su trofeo entre silbidos y abucheos. Y la polémica se desató.

Los puristas, que en el flamenco son mayoría, dijeron que eso era un chanchullo del Ayuntamiento de La Unión con la única intención de “internacionalizar el festival”. Entre prejuicios y racismo parecían decir, además, que si no eres andaluz, o al menos español, es imposible bailar bien y obtener el mayor reconocimiento flamenco. A La Yunko le dolieron ese tipo de comentarios, pero se consoló al ser consciente de que ha hecho Historia y de que la ola de cariño de un montón de aficionados la mantendrá encima de las tablas de medio mundo. En su Japón natal, por ejemplo, ya la están esperando.

AQ​

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