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Libros | A fuego lento

En 'El último show del Elegante Joan', de Luis Humberto Crosthwaite, la literatura es el objeto de la literatura misma.

Portada de 'El último show del Elegante Joan', de Luis Humberto Crosthwaite. (Literatura Random House)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Lo llaman metaliteratura, uno de esos conceptos acuñados en algún cubículo de la academia: el narrador despliega una trama para revelar los misterios, accesibles a unos cuantos, de la creación literaria. Hemos de creer que asistimos al santuario infranqueable, a la fuente de los recursos estilísticos y las obsesiones, como si se tratara de una revelación. Por estas coordenadas se mueve El último show del Elegante Joan (Random House), once relatos de Luis Humberto Crosthwaite que estimulan más la gracejada que la reflexión: son chistosos, presuntamente irreverentes y confían demasiado en las posibilidades dramáticas del histrionismo. Son un juego apacible de autorreferencias para consuelo de su autor y de los miembros de su club.

Poetas shaolines o enemigos del verso libre; un veterano escritor que imagina a un joven escritor cuya obra magna reposa inédita bajo la cama; un torpe versificador enfermo de tristeza; cinco universitarios y un profesor contratados para servir de personajes de la novela que prepara un oscuro autor, y hasta el mismo Crosthwaite huyendo del acoso de un par de fans son algunos de los miembros de esa camarilla convocada para que la literatura sea el objeto de la misma literatura (incluso cuando se trata de la música, como en “La niña quería ser baterista”, prevalecen las consideraciones sobre el cuerpo textual). Son estereotipos del alto y el bajo mundo de las letras, y cumplen tareas pedagógicas: hablan de métrica, de Joyce o de la omnisciencia del narrador. No debería sorprendernos su afectada pedantería.

Crosthwaite parece no tomarse nada en serio (y qué bueno) pero esta postura sólo encuentra el camino para expresarse mediante una comicidad menguante: hace tiempo que las parodias de la vidita literaria dejaron de tener gracia. No encuentro un ejemplo mayor que el que ofrece “Novela”, el relato que casi cierra el libro. El protagonista descubre que no es sino la proyección del Creador (así, con mayúsculas), quizá Luis Humberto Crosthwaite, y decide renunciar a su papel de marioneta con unas palabras grandilocuentes dirigidas al vacío. “¡Quiero un final feliz!, ¿me oyes?”, termina diciendo. Ese gesto irisado de autocompasión no rinde tributo al humor sino a un trasnochado melodrama.

El último show del Elegante Joan

Luis Humberto Crosthwaite | Random House | México | 2024

AQ

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